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O BAJAS, O SUBO

Hace algunos días acompañando a mi señora en una Agencia de Seguros de Santa Marta (Pitre Velásquez y Cía. Ltda.), conocí  al Gerente: Don Ramón E. Pitre Melo, e inmediatamente reconocí en el la afabilidad del guajiro, cuando supo que mi apellido paterno es de la misma ascendencia guajira y que me gusta escribir anécdotas y cuentos en el blog del Heraldo de Barranquilla, inmediatamente con su pausa y acento particular comenzó a referirme sucesos de Fonseca, tierra de mi bisabuelo. Una de ellas es la que a continuación les refiero.

Siempre el habitante de la península Guajira se ha caracterizado por su alegría, su carácter fuerte, su amabilidad, su gusto por el buen escocés de alto nivel de añejamiento, por el valor de la palabra empeñada y el hacer respetar a su familia, sobre todo a la virginidad de sus hijas y en los años sesenta, estas costumbres eran mucho más arraigadas y difícil de cortar como el buen cedro.

Muchas veces siento en mis venas esa influencia ancestral y coincido con sus gustos, hay en su folclor una poesía cantada, que refleja la imponencia de ese territorio y de sus lindas habitantes féminas por supuesto, se llama VERSOS de Beto Zabaleta, nativo de El Molino (Guajira) y su coro dice así:

“Y no sé porque la Guajira
se mete hasta el mar así
como si pelear quisiera
como engreída, como altanera
como si al mundo mostrar quisiera
a morena angelical
y es claro tiene una estampa
de acento y casta de gente buena
y Dios del cielo encarna en ti reina
a la virgen del pinar”

En ese trasegar de sucesos, surge esta anécdota en tierra de mi bisabuelo paterno Juan Vidal,  Fonseca Guajira, hacia los años sesentas.

Habitaba en esa región un joven con espíritu de superación y gran gusto por los animales, de niño jugaba siempre con cuidarlos y en la finca de sus padres aprendió a compenetrarse más con ellos, por eso cuando creció le quedó fácil definir su profesión, con gusto le decía a sus paisanos:

---- Compa me voy pa´ la capital del país a estudiar veterinaria.

Y así sucedió llegó diciembre alegre con su brisa acostumbrada y con los sentimientos a flor de piel; en la casa de Teodosio Vidal festejaban el haber pasado en una prestigiosa universidad capitalina, para iniciar su sueño de ser veterinario.

Esa noche los acordeones, las guacharacas y las cajas entonaron sus mejores ritmos y con potentes voces del vallenato viejo, comenzaron a festejar, con abundante Old Parr, friche de chivo y muchos versos resumidos en una piqueria de augurios y bendiciones para el amigo que partía.

Uno de los mejores versos, se lo cantó su primo hermano Jorge Vidal Daza y decía así:

---- “¡Ay  primo!
yo te vengo a despedir, con este verso del alma,
te vas pa ´ la capital a educarte en la academia,
espero cuando tú vuelvas a este remanso de calma,
sanes a los animales de la más fuerte epidemia.”

Entre ese grupo de parranda del adiós, se encontraba la princesa guajira que tenía embrujado con su cuerpo, su linda cara y sus acciones al futuro veterinario; esa noche de jolgorio, alegría y despedida, le entregó el alma a su cupido y se unieron íntimamente en una relación sentimental que daría mucho que hablar, ¡y de que manera!.

La Nena, novia de Teodosio Vidal, así llamaban a la hija del hombre más poderoso de Fonseca en esos años, Don “Carchi” Henríquez, quien era el amo y señor de los negocios de la región, respetado por todos pero igualmente querido por su espíritu altruista para con el más necesitado.

La Nena era la novia oficial del futuro medico de animales y la pedida de su mano fue todo un acontecimiento; después que Teodosio acompañado por su papá abordara y pidiera a la Nena como su novia oficial, se programó una fiesta de etiqueta en el mejor sitio de Fonseca y las palabras de apertura del evento salieron del espíritu del Carchi Henríquez, todavía retumban sus palabras en los recuerdos de los que aún existen:

---- Mira Teodosio tú me “respondéi”  por mi tesoro, por la niña de mis ojos, la cual me pides como tu novia y futura esposa, lo único que te recomiendo es que te “portéi” bien, porque no ha nacido el varón que me irrespete y si naciera… no se “vai” a criá.

Mucho tiempo después en la fría nevera colombiana Teodosio se habría de enterar por carta escrita a puño y letra de la Nena Henríquez, su fiel novia y futura compañera vitalicia, misiva que llegó por el favor de otro guajiro que estudiaba en la misma universidad, mas no la misma carrera.

Cuando llegó a la pensión donde vivía Teodosio abrió la epístola y la devoró literalmente con su lectura acelerada, como el ritmo de su propio corazón, como merengue vallenato, la esquela decía:

---- “Mi negro lindo espero que te encuentres bien, no sabes la falta que me haces, sobre todo ahora que mi cuerpo lo siento extraño, me dan muchas nauseas, me siento las caderas más amplias, se me ha despertado un apetito o antojo por ciertos alimentos, entre ellos los helados de chocolate de Doña Rosenda Pitre y lo que es peor, hace más de dos meses que no veo la regla, creo que vas a ser papá… , cuídate mucho y preparémonos para enfrentar al viejo “Carchi”, tu sabes cómo es el…”

Las manos de Teodosio temblaron y la preocupación invadió su cuerpo hasta dejarlo totalmente paralizado, se tiró boca arriba en la cama y estaba tan tieso que su cuerpo parecía un arco sostenido por su hueso occipital y sus talones, como si convulsionara y por debajo del arco que formaba cabía cualquier persona bien nutrida, duró así por varios minutos, hasta que la voz de la dueña de la casa hotel donde vivía lo sacó de su opistótonos no bacteriano, sino emotivo:

---- Su mercé pase a la mesa que está servido el almuerzo y se le enfría.

Pasaron los meses, se acercaron las vacaciones de mitad de año y el veterinario potencial no armó viaje a su Fonseca querida, permaneció en la capital colombiana sin responder a llamado alguno, absoluto silencio, refugiado en su hospedaje estudiantil y en su propio ensimismamiento. Era prisionero de sí mismo y había pedido la llave de su libertad.

No pasaron muchos días del calendario de ese mes de julio, hoy muy pretérito en el almanaque del tiempo, para que a la residencia donde vivía Teodosio llegara un telegrama, cuando la dueña de la casa lo recibió se lo entregó en su propio cuarto.

Teo, como le decía cariñosamente su mamá, lo tomó en sus manos y le entró el Síndrome del quiero y no quiero, como deshojando margaritas,  hasta que sus reflejos respondieron a la orden cerebral central y rompió la envoltura de “Telecom Une a los colombianos” (era la tecnología más rápida de la época).

El mensaje tenía como remitente a su suegro: Don “Carchi” Henríquez, quien se enteró no porque su princesa lo divulgara verbalmente, sino porque la evidencia abdominal no necesitaba de palabras para manifestar el contenido, en la barriguita de su única hija, de su Nena linda, no podía dejar mancillar su apellido ni su hombría guajira.

El telegrama decía:

----  O bajas o subo. ¡URGENTE!  Atte. Carchi Henríquez.

Inmediatamente Teodosio Vidal se vistió y llegó al Telecom más cercano para seguidamente contestarle a su afanado suegro:

---- Bajo. Si subes me bajas.  Atte. Teodosio Vidal.

 

Teo con la agilidad de una gacela alistó maletas e hizo su viaje a su patria chica en un santiamén, volando más que corriendo, para cumplirle a su suegro.

Teodosio bajó a Fonseca, antes que lo bajaran, cumplió a su amor, se celebró la boda, con todo la etiqueta de rigor y fueron una familia muy feliz y respetada en Fonseca y la Guajira entera.

Este elocuente compromiso entre guajiros cobró prestigio y cumplimiento y por mucho tiempo fue una de las anécdotas más referidas en la región, en noches de parrandas o en cualquier evento o circunstancia guajira.

Terminó sus estudios en Bogotá y ejerció en su tierra natal con sus dos amores: La Veterinaria y la Nena Henríquez.

Los dos telegramas fueron enmarcados y cubiertos con vidrio, reposan en casa de los nietos del matrimonio Vidal Henríquez, como prueba de fidelidad y de cumplimiento de la palabra empeñada, ¡palabra de guajiro compadre!

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