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EL DÍA QUE LLOVIÓ GRANIZO EN MACONDO

Ese día el cielo de Macondo era tan claro y transparente como vidrio de boutique, tanto que se observaba al otro lado del planeta, además el calor era tan fuerte  que freían los alimentos con los rayos solares en las puertas de las casas y la falta de agua por caer era tan notoria, que el sudor se excretaba con dificultad por la escasez del material hídrico generador del mismo. Literalmente sudaban sus últimas reservas lipídicas y suero sanguíneo.

Casualmente estaba de visita en el pueblo, el famoso Mago Borletti y todo el vecindario acudió al Hotel donde se hospedaba, al lado del Palacio Municipal, frente al Mercado Público, con un título en letras borrosas que decía “Hotel Las Delicias”, a pedirle un truco de magia: ¡que hiciera caer lluvia abundante del veraniego espacio sideral macondiano!.

Así empieza Alfredo Hernández (el verdadero nombre del Mago)  su compromiso, para lograr hacer una oportuna ¡lluvia de agua!, luego que la multitud lo sacó en hombros del Hotel y lo llevó cargado, cual santo en procesión patronal por las cuatro esquinas, hasta el puente de los varados y de ahí hasta el camellón; una vez ubicado allí, exclamó muy extrañado, con su voz chillona inigualable:

---- Bueno la verdad es que yo nunca he hecho un acto de magia para lograr que llueva, pero lo intentaré igual, porque no hay propósito, ni compromiso, que Borletti no cumpla.

Antes de proceder con su ceremonia, comenzó a recordar cosas que le marcaron su infancia y su existencia misma,  fue entonces cuando  el video de su vida inició su proyección en la memoria interna de su propio tiempo y materia gris.

Lo cierto es que debió ejercer por herencia familiar las labores de mayoral de una finca de banano en Río Frío (Magdalena), su pueblo natal, así  como lo fueron su progenitor y cuatro generaciones anteriores a él, pero ese propósito cambió el día que por las polvorientas y asoleadas calles de su sosegado pueblo vio a un mago de nombre FOULERT, manejar un carro con los ojos tapados.

Desde ese preciso momento el hechizo mágico de la adivinación lo tocó y decidió que sus manos no estaban para trabajar con una gurbia cortando racimos de guineo, sino para encantar y maravillar al mundo con la sempiterna  magia universal. Fue entonces cuando comenzó a corretear ese sueño incesantemente, sin descanso, aprendiendo magia en los libros mas famosos, repitiendo y practicando trucos, además iba detrás de cuanto prestidigitador, adivino o hechicero que llegara a la Zona Bananera, región muy visitada en ese entonces, por ser predominio cultivador y exportador del "Oro Verde" (Banano) , siendo facilitadora de empleos y abundante dinero, tanto que se hablaba mucho de los habitantes  que bailaban cumbia con fajos de billetes encendidos, como si fueran velas.

Recordó también, un caluroso y pretérito día , como Hoy, cuando caminando por las calles de su tranquilo  pueblo vio en una vitrina las máquinas de coser Borletti, competencia de las Singer, el nombre le pareció sonoro y esa misma noche se presentó en un acto de magia, en el Teatro del pueblo, con el nombre artístico de “El Mago Borletti”.

Estaba en esas cavilaciones, cuando un pequeño lo volvió a la realidad, agarrándolo por la tela del pantalón de lino blanco y con aguda voz infantil le dijo:

---- Señor Mago, señor Mago, si va a hacer llover hágalo rápido, porque mi abuelita se está muriendo del calor.

Ese día el cielo de Macondo resplandecía con una llamarada sofocante que mantenía a todos sus pobladores en sudoraciones profusas y agobiantes, sin tener de donde sudar.

Debajo de un frondoso árbol de almendro, al lado del Camellón, el mago Borletti dirigía su ceremonia, con todos los protocolos para que la lluvia cayera sobre Macondo. A su alrededor todo el pueblo a medio vestir esperaba impacientemente el embeleco del agua, para poder bañarse y suplir todas sus necesidades… que la ausencia de este valioso liquido acarrea y de qué manera.

Se dirigió al niño que lo sacó de su ensimismamiento y le dijo:

---- Mira este niño dile a tu mamá que nos facilite en un recipiente de metal un poco de agua, para poder empezar con el acto.
Inmediatamente una joven y sudorosa mujer, que estaba al lado del niño, se abrió paso entre la multitud y se dirigió a su casa situada al frente del lado puesto del camellón a cumplir con las órdenes del mago.

Rato después la morena de sudorosa piel y elegante caminar le entregó la jarra con agua al mago y le dijo:

---- Aquí tiene Señor Mago, en realidad no es agua, pero si un pedazo de hielo, del agua congelada, que guardo en la nevera de mi casa, es lo único que tengo, porque ni una gota liquida para ofrecerle.

---- Además, continuó la mujer, debe darse por bien servido, porque ese pedazo de agua congelada, pertenece al mismísimo hielo que mi tatarabuelo el  coronel Aureliano Buendía trajo  a su casa aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo; desde entonces se conserva como tesoro familiar, inicialmente como líquido, porque el hielo se descongeló, pero se guardó en este recipiente, siendo cuidado de generación en generación, hasta la llegada de la Luz eléctrica, logrando mantenerse congelado…

---- Así que cuídelo mucho y ojalá le sirva para lo que piensa hacer, aunque yo no le creo, remató la agraciada muchacha con una actitud de torero en tercio final de estocada mortal, con sangre en la arena y no precisamente de ella como torero verbal de oficio.

El Mago tomó la jarra congelada, lo que le produjo una sensación de frescura por todo su cuerpo, a medida que la sensación térmica fría recorría su largo cuerpo, por el flujo sanguíneo corporal.

La colocó en una mesa redonda con un mantel azul (color preferido en los actos esotéricos) que casi llegaba al suelo, en todo el centro de ella, además había sal, incienso, siete velas de color azul colocadas sobre sendos platos de loza, mercurio, azufre, canela y braza encendida en una lata, esta si reposaba sobre el suelo y no sobre la mesa, ya se imaginarán por qué.

Inmediatamente el mago cerró sus ojos, dirigió su cabeza al radiante sol y expresó estas palabras en un latín muy costeñizado:

---- “Et in nomine Dei benedicere magica elementorum, ut in omnibus locupletati abundetis in pluviam Macondi...”, algo que en español sonaría más o menos así: “En el nombre del Dios de la magia bendigo estos elementos, para que haya abundante lluvia sobre Macondo...

Acto seguido abrió sus ojos, encendió las velas azules y cada vez que encendía una de ellas, pronunciaba el nombre de un mago famoso, en su orden mencionó a: Tiresias, Paracelso, Merlín, Hermes Trimegisto, Nostredamus, Eisenheim y Harry Houdini.

A cada uno hacía una referencia especial y cuando llegó al último, se refirió a él como el gran mago que nos ayudará a escapar de esta mágica aventura macondiana (Houdini era un famoso Mago escapista).

La multitud observaba en absoluto silencio, tanto que se escuchaba el jadeo colectivo a un solo tono, como entonando una sinfonía monofónica al unísono.

El Mago fue colocando en la lata llena de brasas encendidas  cada uno de los elementos colocados en la mesa y cuando caían iban dando humaradas de diferentes colores, que se extendían hacia arriba como fuegos pirotécnicos.

Luego tomó la jarra de agua congelada, que en ese momento era mitad hielo y mitad agua fría (por el fuerte calor) y se la derramó al recipiente de lata donde procedía la humarada. Produciéndose un chirrido estrepitoso y una masa de humo gigantesca se expandió por el lugar.

Simultáneamente el resplandeciente sol se escondió detrás de unas enormes nubes negras que cubrieron el cielo macondiano, el horizonte se tornó obscuro y el choque de nubarrones produjo un tremendo relámpago que los encandiló a todos, ipso facto  el techo del cielo se rompió y pedacitos de hielo comenzaron a caer sobre el poblado, acompañado por agua lluvia.

La gente corrió despavorida para sus casas, primero para evitar el golpe de los granizos arrojados desde el cielo teñido de negro, y segundo para comenzar a recoger agua en cuanto recipiente tenían, para aprovechar el beneficio mágico del Mago Borletti: el día en que por su culpa, llovió granizo en Macondo.

Desde entonces el Mago pasó a ocupar un lugar de privilegio entre los habitantes del pueblo de gigantescas rocas como huevos prehistóricos, donde el realismo mágico los tenía acostumbrados a todo y a nada, como si la esencia misma de los sucesos fuera el reflejo real de lo acaecido.

Posteriormente en una entrevista realizada por Ernesto Mc Causland, cuando el periodista le preguntó, por qué en vez de solo agua, hizo llover granizo en Macondo, jocosamente le contestó:

---- Yo no tengo culpa que en vez de agua me trajeran hielo, esto cambió el metabolismo esotérico del acto de magia, lo que se aplica se reproduce: yo arrojé hielo, entonces llovió granizo, hielo por hielo…
 

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