El miedo al teletrabajo
Por allá en 1973 un señor norteamericano llamado Jack Nilles acuñó la expresión de teletrabajo. ¿Por qué no aprovechar las tecnologías vigentes, pensaba, para despachar las obligaciones laborales desde la casa? En vez de ir al lugar de trabajo, mejor quedarse trabajando y así ahorrarse tiempo y energía y mejorar la calidad de vida.
Si alrededor de esos años el teléfono tradicional y la posibilidad de enviar comunicaciones por fax era posible, aunque a un alto costo, sólo piénsese en las inmensas posibilidades de hoy, en un mundo en el que internet móvil, la computación en la nube y el trabajo colaborativo son característicos de la forma en que nos comunicamos. Como se recordará, antes del acceso a internet, la comunicación telefónica de larga distancia se realizaba a costos que hoy resultarían insostenibles.
Hay que hacer varias aclaraciones. Primero, que el teletrabajo es posible tanto en organizaciones públicas como privadas. Puede aplicarse tanto en una empresa productora de bienes o servicios, así como en una gobernación, en diferentes secretarías, o en entidades adscritas a algún ministerio.
Segundo, que hay actividades que pueden ser “teletrabajables” y hay otras que no. Generalmente, independiente de a qué se dedican finalmente las empresas y organizaciones, hay una serie de actividades de apoyo en las que cabe el teletrabajo. Se trata de aquellas relacionadas con los procesos contables, financieros, jurídicos, de atención al cliente. Los entregables relacionados con tales ámbitos no requieren que los empleados estén laborando físicamente en la sede de la empresa u organización.
Tercero, el concepto de teletrabajo hay que comprenderlo como un abanico de posibilidades, con muchas aplicaciones posibles. En Chile se utiliza, por tal razón, el concepto de “plasticidad laboral”. Varias alternativas incluyen diferentes acuerdos de teletrabajo: por ejemplo, con madres cabeza de hogar; con empleados en ciertas horas del día o días de la semana; con personas en alguna situación de vulnerabilidad. No es, entonces, una situación en blanco y negro, sino que puede moldearse de acuerdo a circunstancias y necesidades específicas.
Cuarto: el teletrabajo, aplicado en forma integral, es decir, concibiendo los aspectos técnicos, jurídicos, administrativos, de capacitación y de cambio cultural, trae beneficios a distintos niveles. Comenzando por el teletrabajador que, con la formación adecuada y protocolos claros de acuerdos de entregables y de manejo de la información, puede evitarse pérdida de decenas de horas al mes en transporte, que bien puede dedicar a su hogar. La empresa puede ahorrar en costos de operación y mejorar sus ventas. La institución del gobierno puede entregar mejores resultados. Finalmente, una ciudad-región se vería beneficiada por la reducción del tráfico vehicular y los costos ambientales asociados.
Si lo anterior se ve tan bien, ¿qué problemas hay para poner en marcha prácticas de teletrabajo? Hay varias razones. Una de ellas es el desconocimiento raso del tema de parte de los diferentes actores, sean públicos o privados. A nivel macro, por ejemplo, no aparecen en los planes de desarrollo urbanos referencias al teletrabajo en relación con el cuidado ambiental y la reducción de las congestiones vehiculares.
Otra es la falsa creencia de considerar que el trabajo que vale es el que se realiza en la sede de la empresa o de la institución gubernamental, presencialmente. Otra, finalmente, tiene que ver con prejuicios de parte de organizaciones de trabajadores en el sentido de creer, erróneamente, que el teletrabajo encarna formas neoliberales de “flexibilidad laboral”.
Uno y otro aspecto se superan con un trabajo de cultura del teletrabajo. Hay suficiente documentación acerca de prácticas exitosas en el mundo y Colombia.
La Corporación Colombia Digital cuenta con amplia documentación al respecto, dada su experiencia en proyectos emprendidos por el Gobierno Nacional. El Libro Blanco del Teletrabajo, disponible en el portal de Colombia Digital, es un buen manual metodológico de gran utilidad para organizaciones que lo quieran poner en práctica.
Rafael Orduz
Director ejecutivo
Corporación Colombia Digital
*Imagen tomada de Getty Images