El Heraldo
Con los diplomas de Promotores de Seguridad Ciudadana los miembros de la Guardia Cimarrona se hacen respetar armados con un palo de monte. Wilfred Arias.
Bolívar

En Palenque, el bastón cimarrón ya no es la ley y el orden

El pandillismo y la inseguridad empiezan a contaminar el pueblo. En fin de año hubo que pedir vigilancia militar y policial porque la Guardia Cimarrona no es suficiente.

En los tiempos idos, el corregidor del Palenque de San Basilio imponía la paz cuando las vacas tumbaban la cerca y se comían la cosecha del vecino; castigaba al negro embriagado que se le iba la mano con su mujer; y ponía en cintura a los adolescentes de mal proceder en las calles.

Era un patriarca venerado que, aunque no sabía leer ni escribir, tenía el mando de la comarca y sus canas valían y se respetaban su autoridad y sabiduría. El corregidor era casi siempre el abuelo de la comarca y su voz imponía el orden y la tranquilidad.

Pero los tiempos cambiaron. Solbay Cáceres Cabarcas, madre de cinco niñas y líder comunitaria, dice que pretender que la autoridad y la seguridad de Palenque se impongan como en las épocas ancestrales, como aún sueñan unos, es una utopía.

Esta aldea, de marcada herencia africana, parece contaminada con los flagelos de violencia e inseguridad de las grandes urbes, a pesar de estar incrustada en un recoveco del municipio de Mahates, al norte de Bolívar y a 40 minutos de Cartagena, donde los primeros esclavos cimarrones la fundaron para esconderse de la crueldad española de los días de la colonia.

“La gente se moría de una enfermedad que la atacaba o por cualquier accidente que sufría. Pero eso ha cambiado. Aquí desde noviembre del año pasado había tensión, todo el mundo agarró miedo”, cuenta Solbay, una negra clara, alta, risueña y de ojos vivaces.

En febrero de hace un par de años ocurrió lo impensable en Palenque. Un joven de 16 años le dio muerte en la emblemática plaza de Benkos Biohó a otro de 15 por una enemistad que llevaba varios días y que tuvo un final trágico.

Aquello estremeció los cimientos del municipio. Fue un acontecimiento lúgubre que por años no se vivía en el pueblo. Las alarmas se prendieron.

En Palenque solo era suficiente el bastón de la Guardia Cimarrona para imponer la ley y prevalecer la autoridad.

Esta guardia está conformada por 25 palenqueros, en su mayoría hombres de edad, que con un palo de monte se hace respetar. Fue creada en el 2009 cuando el líder palenquero Lizandro Miranda Herrera, ante el desborde de la población juvenil en sus fiestas, decidió conformar un cuerpo de vigilancia y seguridad con 30 hombres adultos, como en los tiempos de sus ancestros. Solo estaban armados de un bastón de madera.

La población se resistía a tener presencia de militares o policías en sus calles y plaza. Así que la Guardia Cimarrona empezó su labor.

Pedro Torres Berrío, de 68 años, hace parte de este grupo de guardianes del orden en Palenque. Dice que de 8 de la noche a 2 de la mañana se encargaban de celar las calles y evitar actos delincuenciales. Además se organizaban para realizar labores de limpieza y conservación de parques y de la plaza central.

“Al ‘pelao’ que veíamos por ahí haciendo cosas malas llamábamos a la Policía para que lo detuviera porque no teníamos orden para asegurar a nadie. Celábamos con un palito”, agrega.

Ahora el bastón cimarrón no parece infundir el respeto que en el pasado los esclavos fugados le tenían, cuando organizaron su propia vigilancia para controlar los desórdenes en la aldea.

Teresa Herrera, ama de casa, hace una interpretación de lo que acontece por estos días: “En Palenque se acabó la tranquilidad y la Guardia Cimarrona no puede con todo, porque los malandros andan con revólver y los guardas con un palito”.

Solbay concluye que, como ella dice, “palenqueros nacidos en otras ciudades” han traído “las cosas malas” para imponerlas en San Basilio. Reconoce que no son todos, pero advierte que las influencias del pandillismo que se vive en las grandes urbes ya se ven en esta comarca.

Habla de las llamadas fronteras invisibles. La creación de grupos juveniles que enfrentan a los del “barrio arriba con los del barrio abajo”. Sin embargo, en las fiestas de año nuevo, que comienzan a finales de diciembre y se extienden hasta el 6 de enero, y que es cuando se encuentran palenqueros de todos los lares, la situación de seguridad y orden público estuvo normal.

“En estas fiestas había policía y soldados por todas partes”, cuenta el guarda cimarrón Pedro Torres Berrío.

Solbay dice que en el seno del consejo comunal se dieron varias reuniones para analizar la situación que se estaba viviendo y ante la víspera de los festejos de Navidad y año nuevo.

Se debatió el tema de la inseguridad y el intento de consolidación de las pandillas. En el Festival de Tambores, realizado en octubre del año pasado, un incidente fue el comentario de la población. Un fotógrafo documentalista del interior del país fue asaltado a mano armada por unos jóvenes palenqueros que lo despojaron de su cámara y le dieron un cachazo que le provocó una herida abierta en la cara.

En Palenque no querían que se repitieran sucesos como este. Entonces decidieron acudir a las autoridades militares y de Policía para obtener presencia de sus agentes y soldados en las calles, a sabiendas de que por esos días de jolgorio la llegada de picós de Cartagena para amenizar fiestas podían causar problemas.

En diciembre y principios de enero de este año, entonces, San Basilio contó con una custodia de uniformados por sus calles. Solbay cuenta que en las casetas que se armaron estuvieron tocando varios picós, como El Rey de Rocha, que atrae a muchos bailadores, y no se presentaron riñas ni disturbios, como se temía en la población.

La Guardia Cimarrona aún sigue existiendo, con sus hombres y sus bastones, pero en Palenque saben que la paz de siempre a veces se ve amenazada por los males de los nuevos tiempos. El pueblo, en tanto, insiste en buscar, basado en la herencia de sus antepasados, la forma de vivir mejor, aunque surjan complicaciones. 

“Situación crítica”
Segundo Cásseres, inspector de Policía de Palenque, dice que la situación de seguridad en el poblado es crítica. “Es una bomba de tiempo”, agrega. Para él, es tal la crisis que en dos oportunidades la misma sede de la Inspección ha sido asaltada por desconocidos. En los cuatro años que lleva en el cargo dice que los casos de lesiones personales por riñas, atracos a mano armada y asaltos a residencias, entre otros delitos han aumentado de 40 a 50%, en los últimos meses. Sostiene que en el poblado hay muchas armas en manos de civiles y reconoció la existencia de grupos juveniles que trazan las llamadas fronteras invisibles que define los límites de cada pandilla. Asegura que a su despacho no acuden todas la víctimas de hechos violentos o delincuenciales que ocurren en el poblado.

Facebook
Twitter
Messenger
Whatsapp
Convierta a El Heraldo en su fuente de noticias
X
COMO REPORTAR A WASAPEA
1. Agrega a tu celular el número de Wasapea a EL HERALDO: +57 310 438 3838
2. Envía tus reportes, denuncias y opiniones a través de textos, fotografías y videos. Recuerda grabar y fotografiar los hechos horizontalmente.
3. EL HERALDO se encargará de hacer seguimiento a la información para luego publicarla en nuestros sitio web.
4. Recuerda que puedes enviarnos un video selfie relatándonos la situación.