El drama del Ernesto Cortissoz
Barranquilla no se merece el aeropuerto que tiene. El que le sirve, por lo general está sucio y desarreglado.
El aire acondicionado funciona de vez en cuando, si tenemos suerte.
Y la escalera eléctrica que pusieron para los pasajeros entrantes es tan agosta que me recuerda el puente que un cerebro brillante construyó a la entrada de San Bernardo del Viento: es de un solo carril, de manera que a cada extremo hay un voluntario con un trapo rojo que anuncia el paso de un carro para que se detenga el otro.
Hay que ver al Cortissoz cuando atiende varios vuelos. Adentro ya no hay dónde sentarse. Afuera, los taxistas piratas arman feria para llevarse a los pasajeros que fungen como grandes presas.
Por fortuna, y a pesar de las aves carroñeras que sobrevuelan su pista, siguen aterrizando aviones.
Lo que los barranquilleros esperaban era que su aeropuerto se convirtiera en un gran centro de conexión aeroportuaria, como el Charles de Gaulle, en Francia; el Dallas-Fort Worth, en Estados Unidas; el Schphol, en los Países Bajos, y el de Fráncfort, en Alemania. Se lo han alcanzado a imaginar distribuyendo mercancías y pasajeros hacia múltiples destinos de todo el mundo.
Sin embargo, el aeropuerto de Soledad cada vez se parece más a una terminal de transportes de una ciudad intermedia.
En alguna ocasión una señora del servicio, con una ponchera de aluminio magullada por tantos golpes del uso, se posó en la puerta del baño para cobrar 500 pesos a quienes dejaban sus miserias en los sanitarios que ella había limpiado.
Entonces me imaginé que lo único que le faltaba al Cortissoz era que le instalaran esas neveras industriales repletas de pony Polar, con mostradores atravesados en el corredor donde llegan a reposar las cajas zocatas de chocolate Garoto que burlaron la vigilancia de la Dian en alguna ruta del contrabando.
Parece un chiste, pero no lo es, así los señores de la ANI, una agencia que se ha empeñado en burlarse de los barranquilleros, ría cuando nos dice una de sus acostumbradas mentiras.
Ahora resulta que nuestro aeropuerto será licitado en un paquete con otros terminales aéreos del suroccidente del país.
Eso no le interesa a los operadores internacionales que están interesados en el negocio, que estaban aspirando a la carne magra del Cortissoz y no al hueso de Neiva, Popayán y Armenia.
Lo que va a pasar, en consecuencia, es que va a tener que retractarse y separar los procesos. Y de nuevo, nos lamentaremos de haber perdido tiempo.
No, señores. Esto es serio. Con la ciudad no se juega.
Llevamos dos años esperando la concesión del aeropuerto. Dos años en que, por más que quiera el actual gerente, se ha producido un inevitable proceso de deterioro, que solo pararía con un mejor doliente. Aquí no hay planeación y mucho menos inversiones serias. Para usar los términos más apropiados, falta un plan de vuelo.
Nos dicen que somos la capital del TLC y que Barranquilla es la punta de lanza de la inversión privada que está esperando el país para convertirse en una nueva economía emergente, pero, honestamente, nos vamos a ningún Pereira. Tampoco a Armenia.
amartinez@uninorte.edu.co
@AlbertoMtinezM
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