El Heraldo

El llanero

Quizá mis asomos neuróticos me llevan a detestar los sucesos que me causan confusión, aunque después de superar ese estado de bobera que de la perplejidad conduce a la postración, procuro lanzarme a esa dimensión extraordinaria que se llama reflexión.

Un recurso humano –todavía me debato entre creer si existente por gracia del Gran Dios o de la química cerebral- que muy poco ejercitamos. Ocurrió que, en uno de esos súbitos indicios de que el tiempo es casi estático y nosotros transcurrimos, me fui una noche a recobrar a un heroico personaje guardado entre los archivos.jpeg de la memoria infantil: el Llanero Solitario. Llegué a buscarlo a la nueva sala de cine VIP de la ciudad, y así, después de que los meseros me trajeron de beber y de comer recliné la cómoda silla, me arropé con el chalcito que por dicha había llevado, y me dispuse a ingresar al lejano oeste. Pero, ¡ay de mí! me costó un trabajo enorme dar ese paso, imperioso si se trata de ficción, mediante el cual abandonamos nuestra realidad real para adentramos sin reparos en la ficcional. A medida que pasaban los minutos yo saltaba de una a otra como brincando del timbo al tambo, y si en la trama ficcional, aún respaldado por una hermosa fotografía y una factura impecable, el Llanero Solitario no lograba reencarnar al justiciero magnífico, en la realidad real comenzaba a perfilarse como un vengador degradado. Esa fatal combinación fue demasiado, y ¡qué pena, pero qué bueno! me reacomodé el chalcito y me dormí. Al final para mí lo único claro, era que necesitaba tiempo para digerir lo que me había tragado en 149 minutos.

No fue difícil; entendí que no estamos preparados para ver cómo los héroes se vulgarizan, aunque ellos sean literarios. Pocas horas después, se oía al presidente Santos en la conmemoración de la Batalla de Boyacá, referirse a la campaña libertadora por la paz de esta Colombia defraudada. “Al país hay que liberarlo de nuevo y la campaña libertadora es para derrotar los males que por décadas le han impedido al país alcanzar la grandeza que se merece”. “Llegó la hora de la segunda independencia” dijo con vehemencia. Emocionante. Esperanzador. Pero el presidente no ha pensado de dónde sacaremos un Bolívar. ¿De las estrellas gigantes rojas que envejecen en el Congreso? ¿De un casting donde concurran los Protagonistas de Novela elegidos por los partidos políticos? ¿De la base de datos de Yo me llamo? Yo lo veo muy difícil. Quizá nos corresponda a los ciudadanos buscar una versión de héroe criollo, al estilo del Llanero Solitario. Al original, claro está. Un justiciero confiable que respete la ley y el orden.

Dejo a los lectores la información de este personaje en Wikipedia, y los invito a realizar un ejercicio: consiste en sustituir sus referencias por las de algún colombiano que pudiera liderar la segunda independencia. Así vamos afinando su perfil.

Primera aparición: 1933. Creadores: George W. Trendle y Fran Striker. Especialidad: Tiro con pistola, montar a caballo, pelea cuerpo a cuerpo, rastreo. Ocupación: Vigilante. Equipamiento: Traje de vaquero, antifaz, caballo y pistola con balas de plata. Aliados: Tonto y Dan Reid. Enemigos: Butch Cavendish y su banda criminal. Afiliaciones anteriores: Rangers de Texas.

Por Bertha C. Ramos
berthicaramos@gmail.com

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