¿Pesimismo?
Ser alegres, nunca tristes” pidió el Papa Francisco a los católicos, durante su visita a Brasil. “El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo”. Su Santidad tiene razón: a la luz del Cristianismo nuestra existencia debería transcurrir en un paraíso terrenal. Si adoptáramos la doctrina del amor como la propone Cristo, seríamos muy felices; pero hay que tener en cuenta que vivir en ese amor ilimitado, generoso y compasivo, exige un ejercicio de virtud, y no somos otra cosa que mortales pecadores. En distinta escala, claro; no todos somos de igual calaña. Aunque, según la última encuesta de Gallup, somos los más felices del planeta, Su Santidad se asombraría de saber que, debajo de ese antifaz, los colombianos llevamos luto perpetuo.
Cómo no ser pesimistas si no más abrir los ojos diariamente, al abandonar el reino de los sueños, uno aterriza de barrigazo en Barranquilla y empieza a recuperar la noción de realidad. Ahí comienza nuestra pena. Vivimos en sistemático oscurantismo en cuanto a dilucidar el meollo de las políticas públicas. Como ciudadanos ajenos al contubernio que administra la ciudad, hemos pedido conocer la verdadera verdad de lo que sucede, por ejemplo, en la Cámara de Comercio. Negativo: esa verdad quedó sepultada varios metros bajo tierra. Hemos intentado desarmar el infalible mecanismo que adjudica los contratos. Negativo: por mucho que se ha intentado destrozar sus engranajes, él parece poseer, al estilo de Terminator, capacidad de regenerarse por sí solo. La amenaza ahora proviene de la letra menudita del nuevo Plan de Ordenamiento Territorial; “es clave aprovechar el patrimonio y verlo como un activo económico para desarrollar estrategias que lo aprovechen generando progreso y convirtiéndolo en una ventaja competitiva para que deje de ser una carga económica”. Las alarmas se disparan ante la falta de claridad de los criterios con que se amplía el uso de suelos, en los sectores patrimoniales.
Cómo no ser pesimistas, si divagando en tales temas nos asalta la conciencia de que estamos en Colombia. Se acrecienta nuestro duelo. Las cifras que arroja el Centro Nacional de Memoria Histórica, dejarían sin aliento al Santo Padre: en los últimos 55 años, 220.00 asesinatos documentados, 5.712.506 de desplazamientos forzosos, 25.007 desaparecidos, 16.340 asesinatos selectivos, 1.982 masacres, 27.023 secuestrados, 1.754 víctimas de violencia sexual y 6.421 casos de reclutamiento forzado. Imposible dejar de lado la corrupción y la impunidad que reafirman la ineficiencia del Estado.
Cómo no ser pesimistas, si después de haber bebido la cicuta de lo propio, sabemos que somos parte de un sistema controlado por ciertas corporaciones transnacionales, ante cuyos intereses económicos, resultan inofensivas las porquerías que negocian los delincuentes de la aldea. Entretanto, los de aquí, los de allá y los de acullá, transan todos por debajo de la mesa.
Aún así, el optimismo es porfiado; Su Santidad quedaría maravillado ante el vínculo espiritual, de alto calibre, que todavía nos anuda; en él, el gozo subsiste y la doctrina del amor se perpetúa. PoemaRío, el Festival de Poesía de Barranquilla, que hoy concluye, dio prueba de ello.
Por Bertha C. Ramos
berthicaramos@gmail.com
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