Renuncias sexuales
El país está de fiesta, el morbo desatado, tenemos tema para el desayuno, el almuerzo y la cena, tenemos a un alto oficial de la Policía Nacional cuestionado en su sexualidad, y eso es motivo suficiente, ¡imagínense!, para llenar noticieros, páginas de periódicos y comida para las redes sociales. Lo que ha circulado hasta ahora es la cosa más sórdida y rastrera que se pueda ver o escuchar, y lo que falta. No hay análisis, no hay altura ideológica, no hay respeto para el ser humano que se encuentra en el ojo del huracán, solo el placer del chisme y el chiste denigrante, de la burla soterrada en ciertas esferas. Al caído caedle. Una vez que la especie está en la calle no hay quien la detenga y, lo que es peor, lo que cada quien le agregue retroalimenta la batahola de burlas, ofensas, y hasta se denigra del resto de la familia del caído en desgracia.
No expreso ninguna opinión sobre la condición sexual del general Palomino, en primer lugar, porque no me interesa para nada; la decisión que haya tomado al respecto es suya, es muy particular y debo respetarla cualquiera que esta sea; en segundo lugar, él me debe responder a mí como ciudadano en aquello para lo cual fue nombrado –protegerme, velar por mi seguridad– porque cuando le asignaron esa posición dentro de la institución nadie estaba pensando en su sexualidad sino, asumo yo, en los méritos que hizo para llegar a esos niveles de grado como general de la Policía y en su condición de director de la misma. En tercer lugar, en mi condición de psiquiatra he conocido las más variadas decisiones que toman los humanos con respecto a la definición de su sexualidad y con base en una serie de circunstancias de su vida que los otros no alcanzan a imaginar. Por todos estos factores, y los mínimos de la inteligencia que sabe que es un asunto muy delicado que tiene que ver con todo el país y que requiere de todos nosotros una actitud seria para darle un manejo que nos califique como un país al borde de un proceso de paz que es capaz de darle una salida madura, cuidadosa del valor de lo institucional, a algo tan delicado como que uno de nuestros generales está siendo cuestionado en su hombría, cuando se supone que un director de la Policía debe ser un macho.
No hay que confundir una cosa con otra. Una cosa es la sexualidad del general Palomino y otra es el rol que ha desempeñado como comandante y como director de la Policía Nacional. Que una cosa no empañe a la otra en el afán de la noticia, en el análisis homofóbico hipócrita o en el comentario burlón de mal gusto que pretende hacer reír a los demás.
La mesa está servida para que despotriquemos del general y la Institución, o para que le demos una salida digna a algo delicadísimo en lo que nos va la autoestima y la autoimagen como país, así como la credibilidad en nuestras instituciones. Es algo que debe ser manejado con altura ideológica.
haroldomartinez@hotmail.com
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