El Heraldo
Estas filas para entrar a los supermercados ya son comunes en el paisaje caraqueño. Las personas deben esperar varias horas para comprar sus productos de primera necesidad.
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Carencias despiertan la creatividad de venezolanos

Mezcla de esencias y aceites son, entre otros, los nuevos productos que comercializan los vendedores para ahuyentar los mosquitos, ante la falta de repelentes y otros artículos.

Pañales de tela, bicarbonato para desodorante y vinagre para limpiar el piso. No es la lista de la compra de un joven medioambientalista, es una muestra sobre cómo venezolanos adinerados enfrentan un período de severa escasez.

Al parecer, Venezuela está entrando a su tercer año consecutivo con las estanterías de los supermercados vacías y con una crisis económica que se profundiza. Haciendo gala de su creatividad, sus habitantes se las han ingeniado para usar remedios naturistas y remplazar algunos de sus productos favoritos.

En un mercado improvisado que funciona bajo un puente al centro de la capital, los vendedores ambulantes hablan y comparan las técnicas que usan para ahuyentar a los insectos ya que los repelentes con aerosol DEET han desaparecido de tiendas y supermercados. Claro, este es un asunto urgente pues al fin y al cabo una dolorosa enfermedad transmitida por los mosquitos, el chikunguña, está causando estragos en el país.

Uno de los vendedores dice que hace un remedio basado en aceite con esencias y clavo, que coloca cerca de la ventana. Otro usa una loción de vitamina B. Una cajera que está de compras en el lugar asegura que ella prefiere encender velas de aceite de hierba de limón y mantener los mosquitos a raya.
El remedio de Lilian Ribas, que vende coloridas camisetas y pantaloncillos cortos, es encender un poco de incienso de crisantemo.
Venezuela posee la reserva petrolera probada más grande del mundo y tiene una cultura consumista pese al discurso anti-materialista que durante 14 años ha propagado su gobierno socialista.
En la década de 1970, los compradores venezolanos que viajaban a Miami se ganaron el sobrenombre de “dame dos” en referencia a su consumismo y capacidad de compra. El país tiene el consumo de gasolina más alto per cápita en América Latina y difícilmente ganará un premio por su protección al medio ambiente.

Pero la dependencia del petróleo ha causado un ciclo económico de expansiones y crisis que han vuelto a los venezolanos expertos en adaptarse a los tiempos difíciles.

“Las altas y bajas y la estabilidad ya van para un siglo. La gente se acostumbra a ciertos productos. Cuando no están disponibles piensan en una manera de solucionar el problema”, dijo David Smilde, investigador que trabaja en la organización no gubernamental WOLA, Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.

Para alimentar la creatividad, los periódicos y los blogs han comenzado a publicar instrucciones para elaborar productos de limpieza con vinagre o leche condensada pues aún pueden encontrarse en tiendas y supermercados, ya sea porque hay producción doméstica o porque un importador logró traerlos pese a las restricciones cambiarias.

Alicia Colmenarie, profesora retirada, mezcla bicarbonato con limón para hacer desodorante para ella y su hija adolescente. Mientras sostiene unas hojas de eucalipto que compró en el mercado para usarlas como repelente de mosquitos, la maestra recuerda las épocas cuando podía encontrar el desodorante de marca Dove, que secaba rápido y olía bien.
A unas calles de distancia una vendedora en una tienda para niños surte los anaqueles con pañales de tela. Los empleados dicen que el producto se vende bien a finales de mes cuando los desechables son difíciles de encontrar.

Eufrocena Meneses, vendedora, dice que “hace 32 años tuve a mi hija y todo el tiempo le ponía pañal de tela y lavaba. Ahorita las muchachas son flojas”
.
En Cuba, el mayor aliado de Venezuela, buscar remedios ante la escasez ya es una costumbre, una cultura, pues ha tenido que lidiar con la escasez desde la década de 1960. Sustituyó el aceite de oliva con manteca, perfora botellas de agua para convertirlas en regaderas y mantienen en marcha autos viejos con baterías de fabricación casera.

Esas privaciones todavía no se presentan en Venezuela. Quienes tienen los medios viajan al extranjero y comprar tantos productos como puedan siempre que puedan pagar las tarifas por exceso de equipaje. Otros hacen peticiones vía Twitter, o llaman a las empresas de servicio de entrega que se han creado últimamente en Miami.

Toalla sanitaria
En cierto modo acudir a los remedios caseros va en consonancia con el sueño del difunto presidente Hugo Chávez, que deseaba acabar con el compulsivo consumismo de los venezolanos. Pero ese componente de la revolución ha pasado casi al olvido. La televisión estatal transmitió el año pasado un segmento que promovía el uso de una toalla sanitaria orgánica, reutilizable y muy popular en muchas universidades de Estados Unidos. El presentador del programa llamaba a las mujeres a rechazar “el ciclo comercial del capitalismo salvaje”. La fuerte reacción a ese anuncio, ahora relegado a un segundo plano, muestra la inclinación de los venezolanos a comprar modernos productos industriales. Pero las toallas sanitarias todavía pueden encontrarse en los anaqueles de las farmacias. Si las toallas industriales llegan a escasear, quizá la llamada ‘toalla sanitaria socialista’ tenga éxito.

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