El Heraldo
Desde que fue ascendido a capitán, el general Rodolfo Palomino luce el bigote.
Colombia

La demanda por el bigote a la Policía, la historia con pelos y señales

EL HERALDO habló con el hombre que demandó la norma que impedía a los policías de bajo rango usar mostacho.

La decisión proferido por el Consejo de Estado que anula un aparte de la Resolución 2495 del 25 de agosto de 1997, que prohibía a los policías de menor rango usar bigote, se remonta a 2006. Ese año Henry Castillo Casas, entonces recién pensionado de la institución, demandó el punto excluyente por considerar que durante el tiempo como efectivo le habían “violado su derecho” al libre desarrollo de la personalidad.

La norma permitía el uso del bigote únicamente a los oficiales desde el grado de capitán, y a los suboficiales y personal del nivel ejecutivo a partir de sargento segundo o intendente, respectivamente.
En ese momento Castillo, actual concejal del municipio de Campoalegre, Huila, interpuso el recurso ante la Corte Constitucional, tribunal que tardó un año y medio para decidir que el tema no era de su competencia. Recibido el concepto, en 2008 el querellante acudió al Consejo de Estado, tribunal que terminó fallando seis años después.

Pero fue mucho antes, en 1988, cuando sucedió el hecho detonante por el cual Henry Castillo se sintió vulnerado, según lo recuerda hoy. Un día después de la franquicia (jornada de descanso) se presentó sin afeitar a una estación en el Huila. De inmediato recibió una sanción menor y la notificación de que a los “policías se les prohibía lucir bigote”, algo ya estipulado en las normas internas, aunque aún no estaba en vigencia la citada resolución.

Estando activo, Castillo Casas pensó en demandar, pero un superior lo persuadió para que no lo hiciera y pospusiera su intención hasta después de que se retirara. En ese momento el agente entendió que ir contra las normas, así fueran inconstitucionales, no le podría generar un buen ambiente laboral en la Policía Nacional.
Castillo Casas ahora se ve alopécico y cuenta que por el hábito de rasurarse durante los 21 años que llevó el uniforme, no perdió la costumbre de lucir lampiño. Sin embargo, sintió que la institución tenía una deuda con los hombres que consideran que el bigote es parte de su apariencia, incluso de su personalidad. Ese era su caso, pues dice que siempre ha sido fecundo de vello.

Para el concejal nacido en Nátaga, “tener bigote no se traduce en indisciplina”. Prueba de ello es que el Director actual de la institución, general Rodolfo Palomino López, exhibe un prolífico y emblemático mostacho, de los más populares del país.

Críticos de la Resolución 2495 creen que el máximo tribunal de lo contencioso administrativo estaba en mora de pronunciarse en tal sentido.

El escritor y periodista barranquillero Antonio Morales –durante largo tiempo melenudo, barbudo y bigotudo– dice que la medida es retrógrada, propia de la Colonia. “Prohibirle a una persona que se deje crecer el pelo es como impedirle a la naturaleza que las plantas crezcan o que el agua brote”, reflexiona.

Morales se abstuvo de la barba cuando notó que era totalmente nívea, y dice que el bigote berrendo que hoy  tiene se lo deja para “sentir que todavía le sale pelo”, ya que de su larga cabellera no más quedan los registros fotográficos. Agrega que no solo en la Policía, sino también en los demás organismos de la Fuerza Pública, debería eliminarse una proscripción que tilda de “fuera de toda lógica”.

Al respecto, la magistrada María Claudia Rojas Lasso, ponente de la sentencia (ver ¿Qué dice el fallo?), aseguró que el Consejo de Estado no amplió el alcance de la providencia a otras instituciones o a temas como el pelo largo o los piercings, porque la demanda interpuesta por Castillo Casas solo se refería al tema del bigote, veto frente al cual, según la consejera, la Policía no manifestó una justificación suficiente.

Pero a quien sí le sobran razones de satisfacción es a Henry Castillo Casas, hoy civil imberbe, que muchos años después reivindicó el derecho al bigote que él siempre quiso lucir durante las dos décadas en que se vistió de verde.

¿Qué dice el fallo?

En la decisión, la magistrada María Claudia Rojas Lasso consideró que aunque las personas que ingresan a la Policía Nacional lo hacen de manera libre y autónoma, y se someten a los reglamentos propios de la institución, los cuales son públicos y ponen de manifiesto estrictas normas de presentación personal para disciplinar a sus miembros, dichos reglamentos no pueden vulnerar derechos fundamentales como la igualdad. Así lo explicó el Consejo de Estado en un comunicado. “Las personas son iguales ante la ley y deben recibir el mismo trato por parte de las autoridades, aunque en ocasiones es posible que reciban un trato desigual, siempre que este no esté fundado en la arbitrariedad, o esté justificado objetiva y suficientemente en el cumplimiento o desarrollo de un principio, valor o fin constitucional”, señala la sentencia.

El bigote del general Palomino

Paradójicamente, uno de los damnificados por la discriminación del uso el bigote en la Policía Nacional fue el propio general Rodolfo Bautista Palomino López, cuando ingresó en 1978 a la Escuela de Cadetes Francisco de Paula Santander. Allí pretendió matricularse portando el mostacho, pero tuvo que afeitarlo y dejárselo crecer sólo cuando recibió el ascenso a capitán, tiempo desde el cual no ha dejado de lucirlo.

El general Palomino ha dicho que el bigote es una tradición de familia en el departamento de Santander, y particularmente en Bolívar, el pueblo que fundó su tatarabuelo bigotudo. El director general de la Policía, abogado de profesión, no tiene reparos en acatar el fallo del Consejo de Estado, y agrega en tono jocoso “porque los hay más. Ya no seré el único policía con bigote”.

Justo por estos días el mostacho ha sido tema de parodias y bromas. Hace unos días, antes de que se conociera la decisión del Consejo de Estado, Palomino López fue preguntado acerca de si se quitaría los pelos de marras en caso de fallar en su misión de disciplinar a los hombres de su institución. El no del general fue vehemente. “A nadie le estorba mi bigote, ni siquiera a mi mujer”, respondió con una sonrisa que le cimbró los vellos.

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