El Heraldo
Opinión

Solidaridad ante una catástrofe

El regreso de la temporada invernal con sus dolorosos estragos ha tomado por sorpresa tanto a los habitantes de Barranquilla y los municipios del Departamento como a los organismos de prevención de desastres.

Después de días de padecimiento del más sofocante calor de los últimos años, le sobrevinieron jornadas de intensas lluvias, algunas elevadas a la categoría de tormenta eléctrica, en donde la excesiva descarga pluvial provocó la desaparición de una persona arrastrada por los temibles arroyos en Barranquilla, mal crónico que ha hecho mundialmente famosa a nuestra urbe.

No ha habido alcalde, ni gobernador, ni presidente que haya podido erradicar esa fatídica avalancha que, cual río desbocado, arrasa pavorosamente año tras año a la ciudad recogiendo al azar su desgraciada cosecha de muertes o de personas que por suerte logran escapar a la misma sobreviviendo para contar la más espeluznante experiencia que hayan vivido.

Pero la magnitud del pánico provocado por el fenómeno atmosférico acontecido el pasado viernes en Sabanalarga fue de una sobrecogedora intensidad, aunque en años y hasta en días anteriores se hayan dado fenómenos naturales similares en diferentes barrios de Barranquilla, Soledad y otros municipios.

En esta ocasión las lluvias acompañadas de vientos fuertes formaron un tornado que dejaron un saldo trágico de una persona fallecida y alrededor de 107 heridos, fuera del caos y la destrucción material en cuantía incalculable, alrededor de 1.500 viviendas afectadas y destechadas, destrozos en gran parte del sector comercial ubicado en cercanías de la plaza y la interrupción en la normal prestación del fluido eléctrico.

Lo que sí hay que destacar es la reacción solidaria que tal fenómeno climatológico, producido por los cambios de temperatura y las altas presiones atmosféricas, ha suscitado en todo el Departamento.

De inmediato se desplegaron todos los mecanismos de apoyo la red de urgencias así como los dispositivos de salud, haciéndose presentes personal paramédico, ambulancias, defensa civil, cuerpo de bomberos, con tal de apoyar a los damnificados del tornado y hacerles donaciones de sábanas, colchonetas, ropa, medicinas y alimentos no perecederos.

La Gobernación, por su parte, ha procedido al censo de los damnificados, al recuento de las casas afectadas y a la determinación de los materiales requeridos para la reconstrucción de las viviendas, empezándose con la presencia de la Unidad Nacional para la gestión del Riesgo de Desastres, la tarea de reconstrucción y entrega de láminas de zinc y demás ayudas humanitarias a los damnificados.

De otro lado el ICBF, cuya sede también quedó devastada por el tornado, hizo entrega de Bienestarina y atendió más de 500 familias en crisis. Igualmente se establecieron los lugares para albergues provisionales en las sedes utilizadas en la pasada emergencia invernal.

Si la alegría une, el dolor reúne. Hacemos un llamado a todas las empresas, afiliaciones y gremios del departamento del Atlántico para que hagan una muestra de su solidaridad y ayuda humanitaria ante esta nueva emergencia invernal apoyando el comité de emergencia que han conformado la Gobernación del Atlántico, la Alcaldía de Sabanalarga, la Unidad Nacional de gestión del Riesgo de Desastres, la Defensa Civil, las fuerzas militares y de Policía, los cuerpos de bomberos, la Cruz Roja, la Defensa Civil, la Secretaría de Salud del Departamento, entre otras instancias, para de manera conjunta coordinar las acciones en aras de atender a los afectados y superar los estragos de esta emergencia provocada por el retorno de la temporada invernal a nuestro departamento.

De igual manera no hay que echar en saco roto la alerta enviada por la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres respecto a las precauciones a tomar ante la posibilidad de que ocurran sucesos similares en otros municipios del departamento, tal cual ya ocurrió el sábado en Manatí y Santa Lucía.

La mitigación es a través de una buena preparación. Si hace algunas décadas los tornados y otros fenómenos huracanados en la Región Caribe se consideraban una excepción, hoy en día, lamentablemente, debemos aceptar que eventos tales como los observados en los últimos años en nuestro Departamento son más bien la regla. Desafortunadamente ya no es cuestión de probabilidades.

Ahora la pregunta ya no es si habrán tornados este año, sino qué, cuántos y qué tan catastróficos serán, para cuyo enfrentamiento debemos estar proactivamente preparados.

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