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En medio de sal apilada, Antonio Banderas prepara su papel de Mario Sepúlveda, el personaje central de la película. César Muñoz Vargas
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Mina de Sal de Nemocón atrapa a Antonio Banderas

‘Los 33’ es la primera película internacional que se realiza en Colombia, luego de que fuera sancionada la Ley de Cine que estimula a los productores k El lugar es el escenario perfecto para recrear la historia de los mineros de Chile.

No tuvo reparo en estirar el brazo contra el techo de la caverna, humedecer la mano y frotarla luego en su rostro. Se saló, se untó y se comió la sal, mientras sus compañeros, atónitos, lo miraban creyendo que aquella solución podría causarle una alergia o algún escozor.

 

En la Mina de Sal de Nemocón, ubicada en la población de Nemocón (Cundinamarca) –valga el pleonasmo para aclarar que este lugar es distinto a la Catedral de Sal de Zipaquirá– se rompe un mito: estar salado no es caer en desgracia, sino estar afortunado. “La sal no discrimina, la sal es bendición para todos”, lo dice Orlando Arias en el preámbulo de un recorrido por los socavones que los mineros ancestrales escarbaron con picas, cinceles y barretas en los tiempos en que se lanzaron a la aventura de despulpar  un descomunal domo marino. Sal, raíz de salario, prefijo de salud y sinónimo de prosperidad.

Esas cámaras y pilares  longitudinales y transversales, de las que se extrajeron ocho millones de toneladas de roca salina, han sido escenario de desfiles, conciertos, producciones de televisión y ahora de Los 33, el proyecto más ambicioso que hasta ahora se haya podido realizar allí, y en el que Antonio Banderas (Málaga, España) es su protagonista.

El español, seductor de famosas como Salma Hayek, Angelina Jolie y Catherine Zeta Jones, esta vez se dejó seducir por los espejos naturales de salmuera, el tanque de Santa Bárbara, la ciudad de las estalactitas y las estalagmitas y un corazón enorme que late desde las entrañas de la tierra. “La mina de sal fue el lugar perfecto, porque no sólo colmó las expectativas, sino que además sorprendió”, refiere Mónica  Varela, la administradora del sitio.

La llegada de los productores, que fue paulatina desde septiembre pasado, generó una enorme expectativa entre los comerciantes del pueblo y los seguidores que creían tener una oportunidad irrepetible de conocer al héroe de Hollywood. Muchas personas llegaron para verlo, y muchas otras también, pasaron por alto su presencia.

Los nemoconenses están tan acostumbrados a que el municipio sea locación de historias, que no interrumpen, no presionan y siguen su vida normal. El revuelo vino más de afuera y en algún momento fue muchedumbre, cuando Banderas se dejaba ver en sus salidas a la superficie.

A su lado, el también español Mario Casas y Kate del Castillo, figuras principales de la cinta, han estado filmando durante dos meses, casi los mismos 69 días que duraron en el encierro los mineros de San José en Chile. Allí trabajan, allí comen y de allí salen a sus moradas secretas. Dicen que han dormido en Zipaquirá, que en Bogotá, que en Cajicá. Lo que sí es cierto, paradójico, es que han estado atrapados en su trabajo, en el subterráneo.

Una de las pocas veces en que el malagueño pudo socializar con la población, fue el día que las autoridades municipales lo invitaron a un almuerzo típico, preparado en los mismos hornos artesanales donde se procesa la sal industrial.

Cuentan que el hombre, como uno más, atrapó en sus manos el chunchullo y las carnes, y repitió la cuajada derretida con baño de melado. Rompió la dieta que le exige mostrar a un magro y valiente Mario Sepúlveda, su personaje, pero fue amable con los oferentes.

Banderas habló con el alcalde, con la viceministra de Turismo y los demás comensales que degustaron el llamado plato del minero. “Es sencillo, caballero, escritor y poeta” refiere Mónica. Quedó prendado  de la hospitalidad de la gente y de la belleza de una yacimiento salino que lo hizo sentir seguro, en paz.

Aunque la magnitud del proyecto fílmico planteó algunos sacrificios, como el trazado de un recorrido más corto para los turistas, o el cierre, compensado con pases de cortesía, durante algunos días.  Mónica Varela, Orlando Arias  y Andrea Morales, asistente comercial de la Mina de Sal, advierten que los beneficios para  el pueblo y su principal atractivo, se verán a mediano y largo plazo, cuando se estrene Los 33.

En Nemocón se sienten agradecidos porque se aguarda la esperanza  de que la fama del pueblo se acreciente, cada vez que se hable de la película o que Antonio Banderas pronuncie su nombre por donde quiera que vaya. Nemocón, 65 km al norte de Bogotá, donde en el entresijo de la tierra, se esconde un lugar de leyendas, secretos y acciones valerosas.

Y en la Mina de Sal de Nemocón, por contraprestación  de la productora, quedarán como estaciones del recorrido turístico el refugio de los trabajadores y la réplica de las cápsulas Fénix, aquellos artefactos  que fueron el vehículo para rescatar, en la vida real, a los 33 mineros de Copiapó.

También queda la mina majestuosa para los turistas y una vaca, Natasha,  que pasó la audición para quedar en cinta, superando a Eugenia, la res briosa de Adela Rojas, que no se dejó enlazar ni internar en los socavones. Seguro, y aunque en Nemocón no hay salas de cine, buena parte de sus trece mil habitantes acudirán al estreno a constatar que su estimado tesoro pasará a la historia del séptimo arte, así como los intrépidos mineros, los que perforaron la roca hace dos siglos y los que en Chile sobrevivieron al sofoco de un largo, penumbroso y profundo encierro.

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