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A diez minutos de la cabecera municipal de Baranoa está Campeche, un corregimiento famoso por ser la tierra de la ciruela y epicentro de las 'mejores almojábanas del mundo'. La tranquilidad es el cimiento de sus polvorientas calles, que guardan el misticismo de un pueblo amable y alegre.

'Campeche está cerca de todo. Es un lugar sano y todo el mundo se conoce con todo el mundo, aunque de un tiempo para acá se han presentado distintos casos que tienen a la gente del municipio con el credo en la boca', dice sentado en su taburete Mario Vásquez, habitante del pueblo hace 20 años.

El misterio ronda las calles, pues un hombre semidesnudo está 'haciendo de las suyas' y quitándole la tranquilidad a los campechanos. Algunos habitantes atribuyen la aparición a seres del más allá, brujos e incluso personas que tienen pacto con el diablo, como Ángel, un morador que mientras quita la maleza de la terraza de su casa, en compañía de su nieto de 8 años y dos vecinos, dice que hay personas que han llegado al pueblo a robar, pero que nadie los puede ver porque saben de hechicería.

Sus grandes ojos negros, llenos de asombro, parecen salirse de sus órbitas mientras habla de los extraños hechos, en los que varios habitantes han sido víctimas de hurtos en sus casas, de una forma tan rara que nadie ve ni siente a los ladrones.

'Es como si fueran invisibles, como faunos o seres míticos. Dicen que andan por ahí desnudos, no se sabe si es uno o son varios, lo que sí sabemos es que hemos escuchado que se meten a las casas y la gente no siente nada. Todo el mundo conoce que en otros países les gusta mucho la santería, de pronto de allá vienen', relata el hombre de 62 años.

El 15 de noviembre, Enolay Sotomayor, un ama de casa de 26 años, habitante del barrio El Campito, cumplió su rutina antes de irse a dormir a las 9:30 p.m. 'Hice todo lo que hago cada noche: revisé la casa, cerré las puertas con seguro, cerré las ventanas y me acosté. Ese día mi esposo estaba de viaje, por eso mi hijo durmió conmigo en el cuarto'.