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El mal es parte de la naturaleza humana y como tal a ésta toca pasar por etapas dolorosas unas veces o felices en otras.

Hoy vemos a nuestra familia colombiana convulsionar internamente en su lucha por mantenerse integral a pesar de los terribles males por los que atraviesa. Se ha hecho la diligencia para la transformación de una sociedad que ha perdido el norte moral en buena parte de su andar, pero cuando la sal como componente preservante se corrompe, no con poco esfuerzo puede volver a su estado útil. Como se ven las cosas ese cambio se vislumbra bastante lejano dentro de nuestra sociedad. La sal está lejos de regenerarse porque quienes acolitan o son parte de la corrupción buscan los medios para cambiar la normatividad legal que los señala o condena para seguir en sus andadas.

Las bestias andan desbocadas y ya, con el mayor descaro, no temen a las cámaras de la evidencia y, sin máscaras, dejan ver su rostro en éstas porque saben que de alguna forma serán absueltas y tienen la posibilidad de demandar a la nación, que es otra forma de saqueo al erario público. Es tan corrupto como quien por acción comete el delito, quien omite pronunciamiento sobre el mismo.

Quede bien claro que siendo pocos quienes administran la cosa pública poseen el poder de hacer gestiones a su antojo, por lo tanto, cambiarán todo lo que vaya en contra de sus mezquinos intereses y se oponga a mantenerse en el poder. Los corruptos no dictarán leyes, ni las apoyarán, si dichas leyes no les favorecen. En crisis que los involucren se inventarán cortinas de distracción, como acusaciones mutuas por los mismos hechos. Cada quien conoce las debilidades de los otros y las usan en temporadas de elecciones, y es entonces cuando los electores piensan en elegir al menos malo o al que, aunque robe, haga la mínima cosa beneficiosa para las gentes. Hay quienes roban para vivir como también quienes viven para robar. Ésos últimos pertenecen al grupo que dicen que colombiano que tiene ingresos mensuales de doscientos mil pesos no es pobre. Entonces, ¿qué decir de aquellos que sin hacer nada se ganan al mes quince y hasta treinta millones de sueldo?

El problema es que mientras los colombianos no vean en los empleados públicos y políticos a unos servidores y no a sus patrones dueños de haciendas y derechos ajenos, la situación permanecerá y de nada valdrán protestas y reproches.

Ulises R Rico Olivero

Uliricol93@hotmail.com