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Un mundo de lamentos nos rodea cada vez más y nos inunda en lo más profundo de nuestro ser.

Un mundo, donde es casi imposible mantenerse al margen de las noticias siniestras, porque, de algún modo, comprometen nuestro sentimiento de pesar, cuando los eventos de dolorosa adversidad hacen presencia de manera imprevista o cuando un triste desenlace afecta a familias enteras y enluta los corazones de una población a la vez que los trágicos e inexplicables hechos conmocionan ineludiblemente el sentir de toda una comunidad universal

Es innegable que se vive actualmente bajo un ambiente atribulado, donde muchas personas se sienten confinadas a la intranquilidad de los tiempos, porque son múltiples los casos que día a día invaden y horrorizan nuestra mente y colman de angustia nuestro diario vivir.

Es evidente que nos estamos volcando hacia un mundo que avanza de tragedia en tragedia; donde sus efectos son tan nefastos como las guerras, con un virus que no respeta la vida e inquieta y nos sorprende con una noticia tras otra de desolación, tristeza y muerte.

Que actúa cobarde y despiadadamente, dejando toda una estela de irreparable destrucción que nos arrastra a un mundo de horror y miedo, un ámbito de zozobra e intimidación que nos obliga a desconfiar hasta de nuestro propio entorno y nos conlleva a crear espacios de convivencia altamente seguros e invulnerables y a cifrar nuestra confianza y tranquilidad en la infinita bondad y consuelo de Dios Todopoderoso.

Roque Filomena Angulo