En 1989, y en el contexto de lo que significaban los Juegos Olímpicos que tendrían lugar 3 años después, la Universidad Autónoma de Barcelona creó el Centro de Estudios Olímpicos y del Deporte. Desde allí, con rigor académico al servicio de la comunidad, se han desarrollado proyectos de investigación e intervención social alrededor de lo que representaron las Olimpiadas en la Ciudad Condal, el deporte como fenómeno social en un contexto multicultural, y la comunicación del deporte; entre otros temas. El conocimiento y datos acumulados siguen alimentando y sirviendo de guía a ejercicios similares en distintas partes del mundo.

Aparte de lo que los Olímpicos representaron en infraestructura deportiva y mobiliario urbano, Barcelona entendió y aprovechó los Juegos como una oportunidad de consolidar su resurgir luego de las vicisitudes del franquismo. La capital de Catalunya es hoy referente mundial en muchas cosas que van más allá del blaugrana de Messi y compañía, lo que no es poco decir.

Guardando las lógicas proporciones, los Centroamericanos y del Caribe –que están a poco menos de un año de iniciar en Barranquilla– pueden y deben convertirse en nuestra propia oportunidad de generar procesos de transformación y reconocimiento social que aprovechen el deporte como espacio y pretexto. Hasta el momento, y soy el primero en reconocerlo, hemos concentrado la mirada en los temas propios de la infraestructura deportiva, dejando de lado o para después aspectos que pueden ser tanto o más importantes que los estadios remodelados o recién construidos.

Por supuesto que tenemos el derecho y deber de preguntar y velar porque los recursos públicos invertidos en la renovación de los escenarios pasen por criterios técnicos transparentes que aseguren su buen uso y feliz término, pero los Juegos no son solo eso. En un rápido listado se pueden anotar aspectos como la movilidad, servicios públicos, conectividad, hotelería, alimentación, oferta cultural y bilingüismo, entre otros. Y si nos vamos a lo que va a pasar en las canchas, periodistas y espectadores tendremos la oportunidad de disfrutar de primera mano de disciplinas deportivas atractivas e interesantes con las que cotidianamente no se tiene mayor acercamiento. Bádminton, tiro con arco, rugby 7, nado sincronizado... La oferta es amplia. En la medida en que desde los medios empecemos a mostrar interés por aprender sobre estos deportes y ayudemos a socializarlos, podremos atender mejor a las necesidades de ambos lados de pantallas o micrófonos. Así, cuando los Juegos acaben, podremos decir que se ha germinado una afición e interés por la práctica de estos deportes, con el consecuente uso de los escenarios que quedan y el fortalecimiento de las ligas locales y departamentales.

Los Juegos son un tema de ciudad que debe sobrepasar matices o desconfianzas políticas. Por encima de eso se abre una oportunidad histórica. Falta menos de un año.

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