Hace aproximadamente siete meses escribí sobre la llegada de Yerry Mina al Barcelona de España. Al respecto, dije que era una magnífica noticia para el fútbol del país, y al mismo tiempo anuncié que era un “hermoso y duro” desafío para él.

Resalté las cualidades que, seguramente, provocaron el interés del Barsa. Particularmente, su potentísimo y eficaz juego aéreo, ratificado recientemente en el Mundial de Rusia, en el que convirtió tres goles a través de esa vía. Pero también advertí sobre el aprendizaje que debía tener sobre algunos aspectos técnico - tácticos imprescindibles para acoplarse al particular funcionamiento que identifica al equipo catalán.

Al respecto, aquel día consigné: ‘tendrá que aprender a ser un defensor preparado para defender con cincuenta metros a su espalda (con lo que esa situación exige en términos de reacción física y sobre todo en concentración). A ser un defensor que no puede tener dudas para salir jugando con el balón aun con presencia cercana de rivales (con lo que esa situación exige en la técnica y sobre todo en términos de confianza). A ser un defensor que sepa jugar en espacio reducido porque los rivales retroceden y el equipo catalán termina jugando en 40 metros (con lo que esa situación demanda en la precisión en el pase y sobre todo en la paciencia)’.

Era hermoso para Mina jugar en un club de la jerarquía y calidad competitiva del Barcelona. Pero también fue duro. No tuvo la continuidad que él hubiera deseado. No tuvo buenas actuaciones las veces que apareció en la titular. Lució desorientado en los movimientos defensivos, casi siempre sin anticiparse a las jugadas, sin una buena lectura previa que lo ponía en el lugar, generalmente, un segundo después que el rival. Se mostró con una desagradable torpeza cuando iba al balón dividido, que en un defensor de sus peculiaridades físicas se hace más visible. No se vio preciso para darle destino feliz a los pases cuando salía jugando.

Ha sido un breve y fallido paso por Barcelona para Mina, pero de ninguna manera el fin de su carrera. Después de un fabuloso Mundial, la ‘Premier League’ y el Everton serán su próximo reto. Una Liga muy competitiva —quizá la que más de las grandes ligas europeas—, pero un equipo con menos compromiso y menos obligación con los títulos. Y muchísima menos nómina que el Barcelona. Así que, esta nueva experiencia, se presenta como una gran oportunidad para su evolución y consolidación, porque combina, por una parte, la imprescindible continuidad que necesita un futbolista que le brindaría el Everton y, por la otra, el nivel de exigencia al que se enfrentará en una Liga como la ‘Premier’.