El pasado lunes, el rector de la Universidad del Norte, Adolfo Meisel, ofreció una conferencia en la que relacionó algunas variables que demostraron la poca influencia que el Caribe colombiano tiene en el marco de las decisiones del gobierno central. También aprovechó ese espacio para sugerir unas acciones que se pueden acometer para cambiar ese panorama, a veces aceptado por nosotros con excesiva resignación y derrotismo. Para sacudirnos de lo que creemos inamovible, ese tipo de intervenciones logran elevar la discusión y darle la trascendencia y el interés que merece, la falta de liderazgo desde el Caribe nos hace más daño del que normalmente se cree.

Dos ejemplos relativamente recientes subrayan esa situación. Las desafortunadas declaraciones del ministro de Hacienda, en cuanto a sugerir que se deberían subir las tarifas de energía para los costeños, suponiendo que así se aliviaría la crisis de Electricaribe, no son gratuitas. El ministro, bogotano de nacimiento, habla desde los páramos de la tecnocracia Andina, tan ajena como insensible con la mayoría de los problemas de la periferia. Dado su aparente poco interés –intento no juzgar premeditadamente– por el bienestar de nuestra región, ese tipo de ideas le parecerán acertadas, igual no le afectan demasiado ni a él ni a sus círculos más cercanos. ¿Creen ustedes que un ministro de Hacienda costeño podría sugerir una cosa así? Probablemente no.

Por otro lado, finalmente el gobierno saliente no fue capaz de destrabar la APP del río Magdalena, que tiene como objetivo recuperar la navegabilidad de esa importante arteria fluvial. Varias de las apuestas regionales para fortalecer e impulsar el crecimiento económico cuentan con que ese proyecto despegue de una vez por todas, por lo que la indecisión que ha imperado a partir de los líos con Odebrecht, supone una larga lista de perjuicios que son especialmente notorios en el Caribe. De nuevo la tecnocracia central se encargó, mediante aplazamientos y parsimonia, de no tomar las decisiones que le corresponden. La lentitud del Confis, adscrito al Ministerio de Hacienda y liderado entonces por un antioqueño, le endosó todo este asunto al nuevo gobierno. El tiempo seguirá pasando y nadie sabe en realidad si esa vital iniciativa podrá ver solucionados sus obstáculos, ya veremos, pero creo que es válido moderar el poco optimismo que nos pueda quedar.

Decía Adolfo Meisel en la conferencia mencionada, que hace más de un siglo que un costeño no preside el Ministerio de Hacienda, ni alguna de las instituciones que toman las decisiones más importantes del país (salvo el breve paso de Tatyana Orozco por el DNP). No todos nuestros males se deben justificar por eso, hay otras cosas que mejorar, pero indudablemente la ausencia de líderes de nuestra región en la dirigencia central es relevante. Bienvenido pues el reto de formar nuevos liderazgos en el Caribe y para el Caribe, es hora de tomar con mayor decisión las riendas de nuestro destino.

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