Para evitar que los efectos del Cólera, que azotaba a los habitantes de los pueblos ribereños del Magdalena, perturbaran su romance e inevitable luna de miel con Fermina Daza, viuda reciente, Florentino Ariza ordenó colocar una bandera amarilla en el barco donde los amantes navegaron, para siempre, su pasión detenida y, al fin, conquistada. Es parte de la historia de "Los amores en tiempos del Cólera", novela del nobel García Márquez, publicada en 1985 y que recrea los amores de sus padres.

Hoy son otros tiempos. Los tiempos del Corona-virus, declarada pandemia por la Organización Mundial de la Salud, que ha provocado el cierre de puertos para que no lleguen cruceros de amores, como los de Florentino y Fermina, por temor a la expansión del contagio que se trasmite por estornudos y sálivas de pacientes viajeros. Este virus ha causado numerosas muertes entre población de personas con enfermedades graves y envejecidas.

No es el momento aún para conocer la creación de la novela de Los amores en los tiempos del Coronavirus. Pero si se han divulgado historias periodisticas y advertencias médicas de los males que esta enfermedad respiratoria viene ocasionando, globalmente, en una humanidad falta de ese amor consumido por los personajes del mundo Gabo, muy apesar del Cólera y de los perjuicios de la época, en que El Magdalena era nuestro contacto con el mundo. Pero esas crónicas nos permiten imaginar cómo sería amarse para evitar el contagio. Serían unos amores sin besos, piquitos y profundos, sin usos de manos acariciadoras y sin abrazos de piel a piel. Amores solo para los manos limpias que, según I. Kant, son los que no tienen manos. Todos platónicos, contemplátivos, ellos. Unos amores para áquellos amantes que temen morir de amor, como la niña de Guatemala. Unos amores entre seres inmaculados. No humanos. Porque el verdadero amor de humanos es muerte pasajera, repentina y una pasión sin regreso, como la de Florentino y Férmina: amantes eternos, en pleno río de mis noches y mañanas.

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