El descubrimiento del asteroide 2024 YR4 no pasó desapercibido. El asteroide, de entre 40 y 90 metros de diámetro, fue detectado el 27 de diciembre de 2024 por el sistema ATLAS en Chile. En un principio las probabilidades de impacto se estimaron en un 3%, lo que llevó a su clasificación en el nivel 3 de la escala de Turín, un sistema utilizado para medir el riesgo que suponen asteroides y otros objetos cercanos a la Tierra. Por eso, los titulares de prensa registraron la noticia con tonos de inquietud y se manifestó una sensación de alarma relativa. Sin embargo, observaciones más recientes han reducido esa probabilidad a aproximadamente 0,0017%, prácticamente descartando una colisión. Más allá del susto inicial, este episodio resaltó la importancia de la red de vigilancia y protección de nuestro planeta frente a amenazas espaciales, una red que sólo es posible gracias al trabajo científico mancomunado.
El hecho de que podamos prever eventos como este con suficiente tiempo para actuar y tratar de tomar decisiones informadas demuestra cuánto hemos avanzado en nuestra comprensión del cosmos, pero también hace evidente que, ante ciertas amenazas, la única respuesta posible es la cooperación global. La detección temprana de asteroides permite a las agencias espaciales y a la comunidad internacional evaluar riesgos y planificar posibles medidas de mitigación. La colaboración entre organizaciones como la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y las iniciativas coordinadas por la ONU, ha sido fundamental para actualizar las probabilidades de impacto y comunicar al público información precisa y oportuna. En tiempos en los que las tensiones geopolíticas parecen estar en aumento, es importante defender y fortalecer los lazos de cooperación científica. Un asteroide no distingue fronteras ni ideologías; tampoco deberían hacerlo nuestros esfuerzos para protegernos de ese tipo de peligros.
En ese sentido, 2024 YR4 nos deja una enseñanza valiosa, un recordatorio no solo sobre el valor de la ciencia, sino sobre nuestra propia fragilidad como especie: las rocas celestiales no distinguen entre ricos y pobres, entre países poderosos o en vías de desarrollo, entre blancos, negros, hombres o mujeres.
Detectar y predecir con precisión la trayectoria de un asteroide relativamente pequeño, a 80 millones de kilómetros de distancia, es un hito impresionante, pero lo que realmente definirá nuestro futuro será nuestra capacidad para trabajar juntos cuando es necesario. Contra las amenazas espaciales, o contra las que tenemos más cerca.