La concentración del poder. Eso no es democracia. Que todos los cargos públicos estén en las mismas manos. Eso no es democracia. Que sea el dinero el que determine quién tiene esos cargos bajo su poder. Eso no es democracia. Que una ciudad, una región, un país sean propiedad de unos pocos, de una familia, de un individuo. Eso no es democracia. ¿Qué tipo de democracia es la que tenemos en Barranquilla, el Atlántico y Colombia? Pues, como he dicho tantas veces, un tipo de democracia que con la verdadera democracia tiene parecida relación a la existente entre lo que se hace en un burdel y el amor: en ambos casos hay similitudes en la forma, pero notables diferencias en el fondo.

La democracia necesita de la separación y la limitación del poder. Separación quiere decir que el poder debe estar distribuido y recaer en diferentes instituciones (esa es una de las utilidades de la autonomía, que el poder se distribuya a nivel territorial entre lo nacional, lo regional y lo local). Limitación significa que el poder no puede carecer de límites, sino que debe tenerlos bien regulados en la Constitución, debe someterse a controles externos (los ciudadanos fundamentalmente, pero también la prensa) y las diferentes instituciones han de equilibrarse unas con otras.

Esto, que desde Locke y Montesquieu a Loewenstein y Dahl, no hay nadie sensato que lo olvide, en nuestra malhadada tierra colombiana parece haber sido borrado de nuestras mentes o no haber existido nunca. Este año vivimos inmersos en una eterna campaña electoral y, más que un instrumento para que los ciudadanos elijan a sus administradores (dejen de llamarlos gobernantes y recuerden que no son más que los administradores del dinero de todos), parece una competición entre unos pocos por hacerse con todo o casi todo el poder. Todo para ellos. Todo en sus manos. Todo controlado y supervisado por ellos. Ya directamente, ya por persona interpuesta. ¿Es eso democracia? No, eso no es democracia. Eso es ambición, gula de poder, miedo a las consecuencias de perderlo, pero no es democracia. Pues la democracia requiere distribución y limitación del poder y nadie que de verdad la valore puede querer otra cosa.

¿Por qué son tan importantes estos dos requisitos? Porque la democracia es frágil y, cuando no se la trata bien, se estropea. Y cuando se estropea la democracia, la economía viene después. Y un par de millones de venezolanos tienen que huir de su país. Argentina y Japón. En los cuarenta una era una de las economías más potentes del mundo y el otro estaba arrasado tras la guerra. Mírenlos hoy. O miren a Colombia, cuyo PIB es inferior al de Irlanda, que tiene una décima parte de nuestra población. La democracia no te hace próspero, pero es muy difícil ser próspero sin democracia. Y la democracia bebe de la distribución y la limitación del poder. Piénsenlo la próxima vez que vayan a votar. Así, por lo menos, podrán decir que intentaron mejorar las cosas.

@alfnardiz