En el Acto I, en la Escena IV de la tragedia Hamlet, de Shakespeare, los dos amigos se aprestan a ver qué sucede con Hamlet y el fantasma o la sombra que este acaba de seguir:

—Horacio: Su exaltada imaginación le arrebata.

—Marcelo: Sigámosle, que en esto no debemos obedecerle.

—Horacio: Sí, vamos tras él... ¿Cuál será el fin de este suceso?

—Marcelo: Algún grave mal se oculta en Dinamarca.

—Horacio: Los cielos dirigirán el éxito.

—Marcelo: Vamos, sigámosle.

Este párrafo tiene una famosa frase que a veces se escucha así: “algo huele mal en Dinamarca”. En inglés, esta es la frase: “Something is rotten in the state of Denmark”. Se puede traducir en “algo huele mal”, porque lo que dice es que hay algo podrido.

Y, ¿cómo sabemos que hay algo podrido? Pues, generalmente por el olor. Y hay un olor extraño que lleva retumbando de esa manera en mis oídos desde hace unos días. Por eso busqué el sitio en la tragedia y encuentro que la escena entera me sirve para hablar de lo que siento que huele mal en Barranquilla.

En el caso que me pone a escribir hoy esta columna, el olor no ha pegado. Muchos dirán de mí: “Su exaltada imaginación le arrebata”. Pero yo espero que al menos me quieran seguir este camino que emprendo con palabras debido a una visión que huele, que suena mal. Como Marcelo, espero me sigan el hilo mientras Hamlet se va a hablar con la sombra, el fantasma que le revelará la aterradora verdad.

“¡Qué el cielo dirija el éxito!” Porque necesito que sea mentira esta imaginación mía exaltada por la falta de teatro.

Parece extraño, huele a podrido, que primero se cierra el Teatro Amira de la Rosa (al cual el Banco de la República ya le había quitado el apellido de Municipal) y luego se cierra la Escuela de Bellas Artes, donde se encuentra el segundo más importante teatro de la ciudad.

Esta visión no la tenemos todavía, porque oficialmente no nos la han comunicado, aunque lo sabe cuanta persona conoce del asunto: el Teatro de Bellas Artes, así como muchos salones para las clases de música, artes, teatro y danza, también estan por caerse. Hasta La Galería se encuentra en peligro mortal.

Pero una sombra o un ángel, hasta ahora, ha cuidado de la muerte a los estudiantes, profesores y funcionarios. Cada vez que se ha caído o derrumbado un techo, una pared, el salón se encontraba solo. Y esto, no es de ahora, lleva varias décadas.

Algo está podrido en una ciudad que deja morir sus espacios para la cultura y la enseñanza del arte. Es un olor que nos produce náuseas a quienes trabajamos en estas lides desde hace décadas. Es no solo un síntoma de lo que hacen nuestros líderes. Es una enfermedad que todos llevamos dentro.

Lo más interesante en Barranquilla sucede cuando se inaugura un nuevo centro comercial, un nuevo supermercado, una calle, un parque, un arroyo canalizado, un malecón, un centro de convenciones.

Los espectáculos edificantes son los miles de apartamentos que no sabemos quién compra, y menos, habita. Las calles donde nos odiamos unos a los otros en medio de los trancones. El arte ahora solo sucede una vez al año, si es caso, en carnavales.

¿Qué tragedia entonces, está jugando con mi imaginación?