El color verde fosforescente es el color que escogió la Policía del país para distinguir el uniforme de sus integrantes, no solamente en el vestido sino en los cascos, las motocicletas y patrullas. Es un verde intenso, lleno de simbología porque los poetas y los humanos sencillos que siempre abrigamos ilusiones lo llamamos el verde de la esperanza, y otros, quizás los oceanógrafos, marinos o buzos lo distinguen en español con el verde azuloso del Caribe profundo. La verdad es que desde lejos, cuando vemos ese verde que asoma en alguna curva sentimos que allí está la autoridad.

En el tránsito automotor en Barranquilla y posiblemente en toda la Costa Caribe de unos años para acá se ha generalizado que decenas de particulares, directa o indirectamente vinculados a la movilidad automotor, pero que no son la autoridad, se les convirtió en costumbre mandarse a confeccionar o comprar chalecos, vestidos, blusas, cascos y hasta pantalones verdes fosforescentes iguales, idénticos a los que tiene la Policía Nacional. Ya en las calles se usan descaradamente y es principalmente en el tema de la movilidad donde más uso y abuso se produce. Porque hasta los cuidacarros que ahora interrumpen el tráfico para que entre o salga de un sitio un automóvil que están supuestamente cuidando, no solamente tienen el casco verde sino un pito y una gorra semejando un policía adscrito a la unidad de movilidad.

En consecuencia, la Alcaldía debería prohibir la fabricación, distribución y uso, coordinadamente con la Policía, de cascos y chalecos especialmente el verde fosforescente similar al de la Policía. Que esto se interprete como restricción a la libertad personal o comercial no se admita porque tiene una connotación de interés general, de organización y prevención de abusos que ya se están presentando copiosamente en este sentido.

Por otra parte, en este tema de movilidad, que es un verdadero dolor de cabeza en esta ciudad, debemos felicitar al doctor Fernando Isaza por el éxito en la creación de los reguladores orientadores del tránsito. Mucha gente consiguió empleo, fue capacitada y a ellos igualmente hay que felicitarlos, apoyándolos y colaborándoles. Es un grupo humano que está haciendo en cientos de calles y esquinas de la ciudad una labor formidable, a veces con muchos sacrificios físicos, calores, insultos, burlas, pero gracias a ellos el caos no es mayor, la fluidez ha mejorado y las demoras aun cuando son desesperantes se les nota alta superación.

La ciudadanía debe tratar a estos colaboradores con respeto y prudencia. Es una labor difícil donde inclusive la desobediencia civil, tan característica nuestra, ha demostrado la falta de cultura de muchos conductores o transeúntes. En este aspecto, algunas damas, desafortunadamente, son altamente agresivas y altaneras con este personal que ayuda mucho y es digno de la más alta consideración. Desde estas columnas invitamos a la ciudadanía a colaborar en este tema para de algún modo hacer más llevadero una movilidad que en ciertos momentos y lugares se ha convertido en la principal causa de neurosis colectiva, que por cierto nacionalmente, es bastante gigantesca.