Este período presidencial pasará a la historia como la página negra de la diplomacia colombiana. No solo la mermelada que no se utilizó para pasar proyectos de ley en el Congreso de la República terminó en nombramientos inapropiados en cargos en el exterior, sino que se han tomado decisiones muy contradictorias y contraproducentes en las relaciones internacionales. Poner todos los esfuerzos en derrocar a Maduro ha sido uno de esos fracasos que incomprensiblemente no le han pasado la factura que debería a esta administración. Pero lo más preocupante es la forma como se han desarrollado las relaciones con las Naciones Unidas, ONU. Cuando le conviene al gobierno acude a la ONU y a sus instituciones para que le ayuden a sacar las castañas del fuego cuando están en problemas, pero cuando hay una crítica proveniente de esas instancias, inmediatamente la frenan, la desautorizan.

Parecería que en el gobierno, y específicamente en la Cancillería, se les olvida que la ONU es el foro de los gobiernos donde se discuten y se aprueban todos sus mandatos, que normalmente son ratificados por la mayoría de sus miembros. No es una entidad internacional aislada de los gobiernos de los países que la conforman, como para que se olviden fácilmente los compromisos adquiridos por sus respectivos gobernantes. Menos aún, para que en el país, en este caso Colombia, se termine viendo a sus distintos representantes como enemigos del régimen. Créanlo o no, eso está pasando hace rato en este gobierno.

Hace poco, un miembro del Ministerio de Relaciones Internacionales le comunicó a una delegación de la ONU que vino en visita oficial al país, que el gobierno colombiano pensaba pedir el retiro de ONU Mujeres y del Fondo de Población, agencias de Naciones Unidas. Aparentemente la razón era que los sectores cristianos que apoyan al actual gobierno hicieron esta exigencia bajo el argumento de que estas entidades promueven “la ideología de género”. Pero ahora hay un tema que es igual de grave: la Cancillería envió un comunicado en que restringen las visitas de distintas misiones diplomáticas al territorio colombiano.

Si la decisión absurda es aislarse y no dejar que las misiones internacionales conozcan nuestras graves falencias, cuáles serían los argumentos que justifican los permanentes viajes del presidente especialmente cuando se dice que son para ubicarnos en el contexto mundial. Solo una política internacional incoherente podría tener un comportamiento como el que se está viendo en Colombia por parte de la Cancillería y de la Presidencia. Ni el país ni el mundo es bobo: decir que esta decisión del gobierno de controlar la presencia de misiones internacionales es para proteger a quienes nos visitan, es subestimar la inteligencia de extranjeros y colombianos. Una prueba más que solo demuestra los errores que en este delicado campo de las relaciones internacionales se están cometiendo; ejemplo innegable de que Diplomacia actualmente como tal no existe, es nada.

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