Paso con Gael por el Castillo San Felipe de Cartagena, desde el carro ve la gran bandera de Colombia que hay en la parte más alta y me dice “Amarillo por el oro, azul por el mar y rojo por la sangre”. Hace una pausa, se queda pensando y me pregunta “¿La sangre de quién?”.

Le quiero decir que hay mucha sangre que se derrama en las guerras, que hay mucha sangre de gente inocente, que hay gente que sufre más, a la que le toca más duro, que no toda la sangre se derrama por igual, que es lo menos democrático, como el oro, que solo está concentrado en las manos de unos pocos, pero luego vi sus ojos grandes, su inocencia, su fragilidad de un niñito de cuatro años y apenas respondí “La sangre de algunos” Mi respuesta fue confusa y cobarde.

Solo pasaron dos días cuando vi los colores de la bandera, la pregunta de Gael y mi respuesta. En medio del desfile de silleteros, en Medellín, en medio de una demostración militar con la bandera de Colombia, dos soldados -que servían de contrapeso para que la bandera pudiera mostrarse con elegancia- se vieron caer desde el helicóptero de la Fuerza Aérea. Se mataron los muchachos.

La desgracia ocurrió a la vista de muchísima gente, a las 3 de la tarde, en medio de un espectáculo militar como parte de la programación de la feria. Murió el suboficial Técnico Subjefe Jesús Mosquera y el Suboficial Técnico Cuarto Sebastián Gamboa. Aunque la Fuerza Aérea aseguró que los motivos se encontraban en investigación, el papá de Jesús Mosquera salió al paso diciendo que su muchacho no quería participar en ese ejercicio aéreo, que aunque había participado en operaciones riesgosas salvando vidas, esto era otra cosa y había dicho que sentía miedo. “Debía tener una línea de trabajo y una línea de vida, pero a él solo lo enviaron con una línea de trabajo” dijo el dolido padre.

En muchos países se hacen estas exhibiciones de banderas con objetos pesados, pero en Colombia los sustituyen con el peso de cuerpos de soldados. Como si ya no fuera suficiente saber que estos muchachos mueren en enfrentamientos armados, peleando una guerra que sirve a los intereses de gente que no va a la guerra. Entonces, los suben a esas cuerdas a abrazar a la bandera como un circo en medio de una feria, y nos pretenden hacer creer que debemos resignarnos con su muerte porque son héroes. No, Gael, no puede haber heroísmo en la injusticia. ¿La sangre de quién, hijo? Eso siempre lo decide quien tiene el poder. Ahora fue la sangre de estos muchachos Jesús y Sebastián. No te dejes convencer de que cualquier bandera vale más que la vida de esos muchachos o que la vida de alguien. Valiente nacionalismo ese en el que ondeamos una bandera desde un helicóptero, pero no damos para proteger la vida de los dos soldados que la llevan.

ayolaclaudia1@gmail.com
@ayolaclaudia