Ante las múltiples denuncias que han aparecido en redes sociales y en algunos medios de comunicación, en las que se advierte la existencia de una banda –o bandas– que rapta mujeres en la ciudad de Barranquilla, la Policía ha salido airosa a dar un parte de tranquilidad. El argumento medular que usan es el hecho de que no se conozcan denuncias de este tipo ante las autoridades competentes. Olvidan, sin embargo, que muchas víctimas no confían en las instituciones y saben que acercarse a denunciar es arriesgarse a enfrentar otro tipo de victimización. Prefieren entonces denunciar los hechos de manera anónima en micrófonos de periodistas que les inspiran confianza o divulgan la información por sus redes para alertar a otras mujeres.

Hace unos días recibí un mensaje de una mujer –médica de profesión– que me solicitó mantener en reserva su identidad. Cuenta que su hija –estudiante de una reconocida universidad de Barranquilla– tomó un bus de transporte público en el sector Altos de Ríomar hacia las 8:30 de la mañana, con destino a una de sus clases habituales. “A la altura del patinódromo un hombre abordó el bus y se sentó justamente al lado de ella e inmediatamente comenzó a acosarla sexualmente, tocándole sus piernas y queriendo obligarla a bajarse del bus con él”, refiere la angustiada madre, quien también agrega que el hombre llevaba un arma cortopunzante –una suerte de machetilla pequeña o un cuchillo grande– con la que intimidó a la joven. Esperaba llegar a algún lugar enmontado para bajarse con ella.

Lo que pasó a continuación la mujer se lo atribuye a la divina providencia: “En la esquina del semáforo, antes de doblar hacia Buenavista, se subió al vehículo una señora que se percató de lo que estaba ocurriendo al ver la súplica de ayuda que mi hija le lanzaba con la mirada. Muy inteligente la señora empezó a hablarle como si la conociera y le dijo que se estaba pasando de su parada, que ella debía bajarse en Buenavista, hecho que mi hija asintió y aprovechó para escapar”.

La mujer cuenta que trató de convencer de mil maneras a su hija para acudir a las autoridades, pero no aceptó: “Me dijo que se encontraba tan asustada que no recordaba el tipo del bus, ni sus placas, ni la cara del hombre que llevaba la gorra”. A partir de ese momento en la estudiante empezaron a exacerbarse síntomas depresivos y la madre teme que, al verse involucrada en una investigación, el problema emocional se incremente. Sabe esta madre lo que no es un secreto: el sistema judicial desgasta a las víctimas, las revictimiza y las expone.

Entonces es cierto, muchas mujeres no denuncian ante las autoridades. No se sienten cómodas ante los obstáculos de acceso a la justicia. El alcalde Char se tapó un ojo como símbolo de rechazo a la violencia contra las mujeres. Bonito gesto, pero insuficiente. Algo está pasando en Barranquilla, no es hora de andar con los ojos tapados. Hay que abrirlos, alcalde. Muchas barranquilleras tienen miedo, algunas han denunciado intentos de rapto, no podemos hacer como si nada pasara. Por cierto, el asesino de Brenda sigue circulando en la ciudad. ¿Ya sabemos quién la mató? ¿La justicia para cuándo?

@ayolaclaudia
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