La clase gobernante está nuevamente asustada por la presencia electoral de Gustavo Petro. Por esto lo acusa de instigar todo lo malo en el país. Recientemente el editorial político de una revista, emulando la virtud de los vicios que tanto critica a otros, sin pudor alguno, endilgó a Petro el desorden y el origen de las protestas ciudadanas; y de paso, les edifica perversamente un carácter negativo a estas. Cuando dicho editorial, que no es neutro, y no tiene porqué serlo, dice Basta Ya a Petro, olvida que dicho llamado es más válido para aquellos que desde siempre han tenido el poder nacional y que están en el origen de lo que hoy motiva esas protestas. Por sesgos ideológicos pueden hacerse hipótesis de cómo sería Petro de presidente, pero él no tiene aún tanta influencia como para hacerse acreedor a esas afirmaciones. Sus detractores deberían prepararse para derrotarlo electoralmente, dejando que los ciudadanos decidan, sin violencia, con la verdad y con propuestas programáticas democráticas y de inclusión.

A nueve meses de las elecciones legislativas y un año de la presidencial, el editorial en cuestión abrió el debate electoral, sin imparcialidad y haciendo suposiciones e interpretaciones de la realidad que difunden como verdades cuasicientíficas y las presentan como objetivas, acusando al precandidato presidencial de delitos y cosas moralmente indebidas. No ha tenido la misma vehemencia para descalificar a otros que han cometido crímenes comprobados, violentando las instituciones y poniéndolas al servicio de plataformas antidemocráticas, que minan la ética y la moral política, induciendo un modo de vida que defiende y mantiene, como algo natural, la injusticia e inequidad para millones de colombianos.

Más allá de que sea verdad o parcialmente cierto lo que se dice de Petro, no lo atacan por nobles o democráticos ideales sino por interés político y odio ideológico, apenas equivalente a lo que tanto le critican. El editorial no está preocupado por el país sino por los intereses privilegiados de minorías que solo piensan en sus negocios y no en el 52 % más pobre de Colombia, ni en los jóvenes que están desesperados sin educación, sin empleo y expuestos a la violencia de bandas criminales, narcotráfico, grupos armados ilegales y abusos y atropellos del Estado, justificados por el poder político.

“Basta Ya” es el reclamo de los más pobres. No está bien apropiarse de eso para corromper sus razones. La clase gobernante, al culpabilizar a Petro de todos los reclamos ciudadanos, no resuelve los problemas principales que son la falta de liderazgo en el país y de voluntad de las élites para atender las necesidades de la población más desprotegida, y la ausencia de gobierno. El crecimiento de Petro más que una causa es la consecuencia de malos gobiernos e injusticias sociales no resueltas. Pensar que el problema es Petro podría llevarnos a un “efecto cenicienta”: derrotarlo en las urnas y al otro día las explosiones sociales y los reclamos ciudadanos seguirán ahí. La ira y rabia de los jóvenes y más pobres no son las causas de los problemas actuales; son la consecuencia de tanta ignominia e injusticia.