En el 75 % del trayecto final, en el camino que conduce a la clasificación para el Mundial de Catar, Colombia se topará con dos rivales directos en condición de local (Perú y Bolivia) y en la última parada (siempre y cuando no le toque acudir al repechaje) a Venezuela, el equipo colero de la Eliminatoria.

No se podía desear un mejor final en medio de tantas veleidades en su funcionamiento y preocupante y ya larga infertilidad goleadora (cero goles en los últimos 5 partidos): poder deshacerse de dos acosadores cercanos por sus propios medios y en su casa, y finiquitar la campaña ante el peor de la tabla.

Pero -no debería recordarlo porque el fútbol nos los recuerda permanentemente- es en la cancha, y no desde ninguna teoría, por más argumentada y optimista que parezca, en donde está la única verdad del juego. En la ‘alfombra de verde encantado”.

El próximo viernes será Perú el escollo. La selección de Gareca ha venido de menos a más en el juego y los puntos. Con algunos vestigios del fútbol asociado que siempre lo caracterizó, aunado a una buena dinámica colectiva para la recuperación. Son sus mediocampistas, a mi juicio, su fortaleza. En ellos se combinan técnica y visión para el manejo del balón con compromiso físico y táctico en la reorganización defensiva.

Tapia, el más retrasado y vigilante del espacio entre defensas y volantes más adelantados, lidera la fase de recuperación del balón. Él, junto a Yotún, Flórez y Peña, manejan los tiempos y las intenciones. Siempre a través del toque.

Ninguno de ellos es brillante, pero todos muy funcionales. Ninguno con magia para crear, pero todos con muy buena técnica en la organización de las jugadas. Ayudan en defensa y apoyan en ataque. Más adelante se asocian Cueva y Carrillo (este con más alma de delantero) para agregarle cambio de ritmo y desequilibrio individual al funcionamiento colectivo.

Y todos para acompañar a Lapadula, el punta que ha desplazado a Paolo Guerrero. No tengo dudas, ellos son los que hacen más competitiva a esta selección.

En la otra orilla, la de las debilidades, en mi opinión Perú las tiene en sus defensores. Todos de nivel medio, sin alguna virtud sobresaliente o carreras distinguidas en el ámbito mundial. Los 20 goles recibidos en 17 partidos los sindican, pero no es solo eso, sino sus gestos técnicos, sus reacciones, sus soluciones. Ese es el rival que los jugadores de Reynaldo Rueda deben vencer para mantener viva la ilusión. La de ellos y la del país futbolero.