El martes 11 de febrero de 2020, el director general de la Organización Mundial de la Salud, el doctor Tedros Ghebreyesus, anunciaba el nombre oficial a la enfermedad que en este momento tiene en alerta a los servicios sanitarios de todo el mundo: COVID-19.

Durante la sesión de preguntas que siguió a su intervención, en la cual enfatizaba que se estaba cerrando la ventana de oportunidad para contener el virus, declaró: “Para ser honesto, un virus puede crear una agitación política, económica y social mayor que cualquier ataque terrorista”.

Con el 99% de los casos aún dentro de China y la atención de los países puesta en problemas aparentemente más visibles, sus palabras fueron recibidas con indiferencia.

Esa es la historia de muchos desastres vistos en retrospectiva. Una historia contada tras inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas o deslizamientos de tierra. Pero “estos no son desastres naturales”, aclara Jair Torres, PhD y consultor en manejo de riesgos y emergencias desde su residencia en Francia, actualmente bajo los 15 días de aislamiento decretados por el gobierno de ese país.

“Un desastre se define a partir de su efecto disruptivo en la sociedad, por lo tanto, hay que cambiar el foco de las causas a la vulnerabilidad de la sociedad frente a los riesgos que enfrenta” puntualiza, “por eso hay que repensar nuestros modelos de "desarrollo” y sus implicaciones en la construcción de comunidades resilientes”.

La resiliencia, según la definición del grupo de expertos intergubernamentales en indicadores y terminología para el Marco de Acción de Sendai sobre la Reducción de Riesgos de Desastre 2015-2030 de las Naciones Unidas (del cual hizo parte el Dr. Torres), es la capacidad de la sociedad expuesta a las distintas amenazas (en este caso una pandemia) para resistir, absorber, adaptarse, transformarse y recuperarse de sus efectos.

Esa es la capacidad que se está poniendo a prueba en Colombia en este momento cuando la amenaza del COVID-19 es inminente.

“Prevenir y mitigar los efectos negativos de los desastres ahorra innumerables recursos en comparación a dejar que los desastres sucedan, y tener que responder a ellos. Esto no necesariamente corresponde a un gasto adicional, sino a una inversión más eficiente de los recursos que integre información sobre los riesgos que cada conlleva. Tiene un efecto tangible en la vida cotidiana de la gente, por ejemplo, al mejorar el suministro de agua potable, la vivienda, la energía, la alimentación y la educación, entre otros. Los desastres no son naturales, son construcciones sociales”, señala Torres.

Y aunque parece que la resiliencia fuese algo que es demasiado tarde para alcanzar en esta crisis, no es algo que simplemente se decrete o aparezca de la nada, es algo que se aprende, es un proceso más que un fin.

Nadie en este momento puede determinar cuál es la trayectoria que va a seguir la pandemia y es claro que nuestro país está iniciando un largo camino.

El resultado de esta situación no es simplemente epidemiológico, es también social. ¿Puede la solidaridad y la capacidad de organización que hace a una comunidad resiliente esparcirse más rápido que la enfermedad?

Por el momento, la forma de detener el avance de la enfermedad COVID-19 son medidas extremas, restricciones a la movilidad de los individuos, aislamiento, y limitaciones a las empresas y al comercio.

Les estamos dando a los médicos, enfermeras y profesionales de la salud un chance de luchar contra la enfermedad, pero estas medidas son insostenibles por un tiempo indefinido si como sociedad no ponemos todos de nuestra parte.

Los toques de queda y el cierre de las ciudades van a reducir el contagio, pero no van a hacer que el virus desaparezca.

Un día las familias van a volver a visitarse, los amigos van a volverse a ver en persona y las oficinas y las industrias van a tener que operar de nuevo.

Pero si actuamos como si nada hubiese sucedido, lo vivido se puede repetir. Las amenazas están ahí y están cambiando. Eso es construir resiliencia.

El COVID-19 no es el fin del mundo, pero si es el fin del mundo como lo conocíamos antes. Lo que venga de ahora en adelante depende mucho de usted.

(@juandiegosolerp)

PhD. Astrofísico colombiano residente en Alemania.