Vivimos en un mundo en el que ser joven, ser tendencia y ser relevante vale más que la experiencia. Y es que las cosas en realidad van tan rápido que hoy sirves y mañana estás tan obsoleto que te llaman ‘dinosaurio’. Porque lo que estudiaste ya no vale, porque tu trabajo alguien con menos edad lo puede hacer ‘más rápido y más barato’- dos conceptos fundamentales para tener éxito en cualquier campo de trabajo- y porque ser fácilmente reemplazable se ha vuelto el terror de las nuevas generaciones. Es por esto que muchos a veces sienten la necesidad de detener el tiempo, de quitarle años a la vida y de hacer todo para evitar ‘envejecer’. Como si la edad fuese un crimen y como si sumar te restara.

Y es que si bien es cierto que desde siempre ha sido vital mantenerse vigente en cualquiera que sea el campo laboral escogido, pues todos debemos seguir estudiando, seguir especializándonos y seguir preparándonos para poder cosechar frutos profesionales, hoy en día, el concepto de vigencia está tan relacionado con la edad, que hay una tendencia a desplazar al experto que sale caro, por el practicante que no cuesta.

Sin embargo, hay carreras en las que esto es mucho más evidente que en otras, y, por ende, están sufriendo mayores consecuencias. Los que estudiamos comunicación social, por poner un ejemplo, especialmente aquellos que hicimos énfasis en periodismo, estamos viviendo una crisis que solo el tiempo determinará qué sucederá con nosotros. Porque el campo para el cual nos preparamos ya no existe, porque un trabajo de tres personas, ahora lo hace uno, porque los medios tradicionales están cada vez más preocupados hacia dónde deparará su futuro y porque el público ya quiere cosas distintas.

Es por esto que cada vez más veo personas con las que estudié haciendo otras cosas distintas a lo que se desgastaron cinco años aprendiendo hacer, y es por esto que cada vez más veo personas tratando de encontrar un espacio para tener una voz, pero sacrificando la calidad de lo que hacen por la necesidad de producir ingresos. Y la verdad, es que es un tema de matemática básica, pues no solo ‘no hay cama pa’ tanta gente’, sino que como la situación está tan caótica, puedes poseer la experiencia y ya no serás apetecido. Porque no solo tu mano de obra se vuelve cara, sino que inclusive, con lo acelerado que están los cambios en tecnología y con lo rápido que se transforma el comportamiento de la gente debido al efecto que tienen las redes sociales sobre ellas, tu mano de obra deja de ser necesaria. Si ya pocos leen, si todo está en el ‘click’, si las noticias ahora las necesitan con menos ‘carne’ y más banalidad, ya no precisan del experimentado costoso, sino del novato económico*.

Y aunque sí es cierto que vivimos en un mundo en el que la gente tiende a quitarle años a la cédula, porque entre más joven, ‘más mejor’, hoy la invitación es a ponerle valor a la experiencia, a buscar espacios, o inclusive crearlos, dónde se puedan encontrar voces de peso, voces que reten y voces que incomoden.

Porque no todo puede ser plata, porque las generaciones no le pueden seguir temiendo a subir los escalones de la vida y porque más sabe el diablo por viejo, que por diablo.

*Sé que soy novata económica, pero igual ya veo lo que se avecina.