La libertad está encarcelada en el establishment, parece estar rodeada de enemigos. Vivimos en la época de lo políticamente correcto, de lo que conviene a los gobiernos de turno, de la posverdad. Sería tan fácil llamar a esta última palabra por su nombre. Pero es más simple reacomodar los términos, hasta decirle a la mentira “posverdad”. La censura es una realidad que invade al planeta. Gobiernos represores han intentado normalizarla e implementarla. Las constituciones de los países que se presumen a sí mismos democráticos, prohíben la censura y defienden la libertad de expresión. Sin embargo, está tan bien acomodada que autocensurarse —sin siquiera notarlo— es el primer pincelazo del miedo que conlleva a la censura.

Dictadores como Franco, Hitler y Stalin estarían felices de ver a una sociedad que acepta la censura sin reclamos. Una sociedad que constantemente se autocensura. No es sólo un tema del periodismo, también sucede en la cotidianidad. La prohibición de la libertad del ser es el nuevo trendig topic de la contemporaneidad. Aunque algunos se creen libres, defienden los derechos y las libertades individuales, la realidad es que cada vez más se pierden el individuo y su libertad. La autocensura es una constante. Evitar decir lo que contraria al otro. Tratar de encajar en una masa que tal vez no tiene nada que ver con lo que somos. Cumplir con una sociedad consumista y seguir sus indicaciones. Es un autosaboteo que lleva a la autocensura sin darnos cuenta. El problema es que el individuo se borra. Entonces, si han logrado deformar a la sociedad, ¿qué esperamos del periodismo, la verdad y los hechos? Todos estamos en la cárcel del establecimiento.

Ajustar el pasado a su antojo y crear un futuro apropiado para lo que les funciona es el manjar de los grupos económicos que dominan al mundo. De los gobiernos represores que ya no son tan evidentes. Stalin borraba de las fotografías a sus colaboradores que fracasaban o caían. En ese momento, no existía Photoshop. Así que el hueco en las imágenes era notorio. De igual manera, era preferible ese hueco visible, esa sensación de que cambiaron la foto, antes de que el líder soviético se sintiera incómodo por aparecer junto a personas indebidas. Cambiaba los hechos. Deshacía el pasado.

Hoy, no es muy diferente. Incluso podría ser más peligroso. Los grupos económicos tienen el control de las masas de forma sutil. Son dueños de la tecnología, de los medios de comunicación, de los Gobiernos y de los Estados. Son dueños del pasado, del presente y del futuro. Son dueños de todo.

La censura no es sólo imposición, termina por transformarse en aceptación. No se admite porque se secunde la represión, sino porque las consecuencias de pensar fuera del marco son muchas y variadas. Todos quieren encajar y ser reconocidos socialmente. Nadie quiere perder su trabajo. Nadie quiere ser señalado, amenazado, perseguido o asesinado.

La censura está en la prensa. Está en la rutina. Está en la vida. Coartan la libertad e individualidad. Todavía estamos a tiempo de comprenderlo. Tal vez mañana sea irreversible.

@MariaMatusV
maria.matus.v0@gmail.com