Usa la conciencia, latino, no la dejes que se te duerma, no la dejes que muera”, cantaba Rubén Blades en la caseta de baile ‘La Saporrita’ en 1978, acompañado por Willie Colón, su trombón y su banda, y nosotros, los miembros de la Fundación Cultural Casita de Paja del barrio Rebolo. Siembra si pretendes recoger; siembra, si pretendes cosechar. Pero no olvides que, de acuerdo a la semilla, así serán los frutos que recogerás. El capitán Visbal, dueño de la caseta, se inventó un concierto con este par de músicos y nos invitó a los de la fundación a ser sus acompañantes desde cuando bajaran del avión y durante su estancia en la ciudad. Fue el 20 de julio y por eso se llamó Concierto de Independencia.

Una experiencia bacana con este par de monstruos, quienes, entre otras cosas, rompieron barreras y prejuicios sociales en contra del movimiento musical ‘Salsa’, gracias a las composiciones de Blades acerca de la temática social en América, fundamentalmente, sin dejar de ser universal. Desde cuando nos conocimos en el aeropuerto conectamos, porque les hicimos sentir que habían llegado a un sitio donde comprendíamos el discurso político de Rubén y el musical de Willie. Los llevamos al hotel y armamos enseguida las entrevistas con periodistas y bacanes. Comprobaron que los conocíamos muy bien por la información que manejábamos.

Éramos los encargados de su seguridad en el escenario y en la oficina donde descansaban. Así que nos tocó desde escuchar a una bacana con una bolsa en la mano decir: “Mira, niño, entrégale a Rubén estas guayabas”, hasta ver al cantautor leyendo a García Márquez y a los otros jugando dominó. No recordé cuál libro era, así que consulté con Adolf Rahmer, de mejor memoria, y tampoco lo recordó. Al final del concierto, Rubén Blades me dijo que era una de las mejores entrevistas que les habían hecho.

Se cumplieron 40 años del álbum Siembra, el boom del esplendor de la Salsa, cuando todos nos vacilamos el tumbao de Pedro Navaja haciéndole el plante a la Chica plástica, porque todavía no ha podido encontrar a la guayaba que detenga su caminar, así se invente una casa dorada para María Lionza, esperando que el milagrito se pare frente a sus ojos que son como cristales que observan al mundo pasar, para mirarla desde la distancia y componerle una canción que empiece así: “Dime cómo me arranco del alma esta pena de amor”.

Debido al tinte social y político del discurso, no puede uno sustraerse a la pregunta acerca de qué ha sucedido con nosotros los colombianos, a nivel político, 40 años después. El ejemplo más justo que puede darse es el resultado de la consulta acerca de la lucha contra la corrupción. Es patético. Es el producto de estar atrapados en un sistema que se reproduce a sí mismo, y solo se puede desarmar mediante la cultura, a la que no le aportan los recursos necesarios. Así es como se perpetúa el ciclo.

¡Conciencia, familia!

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