La revista Voces dejó de circular en 1920, el mismo año en que ‘el sabio catalán’, Ramón Vinyes, inició un largo y repetido periplo de idas y venidas entre Barranquilla y Barcelona.

En 1922 vino y se casó con María Salazar, hija de Clemente Salazar Mesura, para volver con ella a Barcelona. El incendio de su librería en Barranquilla lo haría retornar de nuevo en junio de 1923.

“A mediados de los años veinte, los editoriales del diario La Nación arreciaban contra la conducta del entonces gobernador del Atlántico, el general Eparquio González. La ciudad los atribuyó a Vinyes, como atribuyó a esas mismas circunstancias su salida del país. Por sus calles corrió el rumor de que, conociendo sus debilidades, el gobernador le había puesto de señuelo un jovencito. Prevenida, una patrulla de la Policía departamental lo arrestó y fue expulsado del país, como ‘extranjero indeseable’, en menos de veinticuatro horas”.

De regreso en Barcelona, Vinyes dedicó cuatro años a su actividad de dramaturgo y estrenó dos obras de teatro: Qui no es amb mi y Peter´s Bar, recibidas con gran entusiasmo por el público. El escritor empezaba a disfrutar del éxito de su última obra cuando decidió volver a Barranquilla, el 29 de diciembre de 1929.

Llegó con la chispa política encendida, y en ocasión de la visita a esta ciudad de los entonces activistas venezolanos Rómulo Betancur y Raúl Leoni, perseguidos por la dictadura de Juan Vicente Gómez, la sociedad barranquillera pudo igualar la agudeza del verbo de Vinyes a la de su pluma. “Una mañana en el Teatro Municipal –dijo el testigo Carlos Mejía– se escuchó la estremecedora oratoria de don Ramón Vinyes contra la vecina tiranía. Orador insuperable, coloso de la palabra”.

En 1931, al enterarse de la renuncia de Alfonso XII y de la instauración de la República en España, Ramón Vinyes regresó el 20 de mayo a Barcelona, donde vivió hasta el 24 de febrero de 1939, cuando estalló la guerra civil española y las fuerzas fascistas lo obligaron a salir al exilio francés de Toulouse y París.

No fue suficiente. En abril de 1939 la situación le puso tanto en peligro que Vinyes debió abandonar el Viejo Continente. Pensó en irse a México pero con la cercanía del viaje se revivió en él una vieja nostalgia por el Caribe colombiano. “Si yo hubiera recibido el dinero de Colombia –razonó entonces– iría a Colombia. Si voy a México y no me conviene, volveré a hacer de barranquillero”.

Vinyes salió de Toulouse, Francia, el 30 de enero de 1940 y una semana después, el 6 de febrero, se embarcó en el vapor San Diego, desde Le Havre, rumbo a Barranquilla.

Durante el transcurso de su regreso a Barranquilla, Vinyes escribió unas notas de viaje que lo mostraban ansioso frente al incierto recibimiento que aquí le esperaba. El 26 de febrero de 1940 manifestó su asombro porque el buque San Diego no llegaba a Puerto Colombia, como antes, sino a nuestro terminal marítimo. “Al salir nuevamente a cubierta –escribió Vinyes– me doy cuenta con grata sorpresa de que tomamos por el río Magdalena.

¿Serán las Bocas de Ceniza? Estoy esperanzado. Viene el práctico y se confirma que vamos directo a Barranquilla”. (Viene ‘El grupo de Vinyes’).