Los tiempos como los ríos también cambian de curso y las sociedades humanas con el paso del tiempo sufren transformaciones vitales en sus estructuras. Así como hoy, la sociedad colombiana enfrentada a continuos cambios en sus costumbres económicas, morales y políticas requiere también modificaciones urgentes en sus estructuras jurídicas y legislativas, ya que en medio de un desarrollo vertiginoso producto de una tecnología, casi de ficción, en la que campea el crimen, la corrupción, el vicio y la violencia, está sometida a un crecimiento apocalíptico de población hambreada y desnuda. Su readaptación a todas estas circunstancias no sería posible sin una sustancial remodelación de leyes y costumbres.

Si el Congreso de la República aprobara el Proyecto de cadena perpetua para algunos delitos, algunos de estos no se cometerían. La pregunta ahora es: ¿qué hay qué hacer con los que a diferencia de tiempos pasados se cometen con mayor frecuencia, con más sevicia, técnica y crueldad?

Estos delitos que circulan en medio de una sociedad altamente neurotizada a nivel de los hogares, sembrada de sicópatas sedientos de poder político y económico, que distribuyen gratuitamente la violencia y el terror bajo la mirada atónita de una justicia que avanza con muletas y utiliza cárceles inadecuadas, casi siempre tienen una puerta de entrada y una de salida.

¿Estaría acaso entre las posibilidades el Proyecto de someter a los campesinos a un entrenamiento militar para formar un verdadero ejército de campesinos? Pero este programa solo atañe a aquellos campesinos azotados por la violencia. Aquellos que han asumido el papel de “chivos expiatorios”. Los que han tenido que abandonar despavoridos sus humildes parcelas para buscar refugio en los hacinados tugurios de las grandes metrópolis. A esos campesinos sin patria enseñarlos a manejar el arado y el fusil con la misma habilidad y que puedan defender sus chozas, sus familias y su trabajo con sus propios pellejos, pero con las armas.

Las cárceles de la nación son insuficientes para alojar en condiciones apenas humanas a la creciente población que genera la delincuencia. Igualmente sucede con los frenocomios y casas de reposo. La palmaria necesidad de estos establecimientos se traduce en la muchedumbre de orates que deambulan por las calles de todas las ciudades de Colombia.

Entonces, se hace a todas luces impostergables la construcción de más unidades carcelarias, centros de rehabilitación para convictos y casas de salud mental, dependiendo, unas, de los seguros sociales y otras del estado.

Por otra parte, ha sido tradicionalmente comprobado, que una etapa de vida militar o castrense, ha dotado al hombre de una reciedumbre física y moral, que lo capacita en forma por demás eficiente para integrar una sociedad que cada día adolece más de hombres-hombres.

Un Proyecto para una política nueva de importación, para una mayor protección de la industria ensambladora nuestra.

Y ¿qué diríamos cuando vemos a un magnate de la industria recorrer nuestras calles en un poderoso auto de $500 millones de pesos ante los asombrados ojos de quienes no han podido hasta ese momento conseguir un modesto bocachico para la comida de toda una familia?