Junior se encuentra en un momento trascendental de su historia. Nunca antes había estado al mismo tiempo en una final de la Liga colombiana y ad portas de otra a nivel internacional. El domingo pasado consiguió la clasificación a la última instancia del torneo local al superar en serie de dos partidos a las Águilas de Rionegro, mientras hoy luchará contra Santa Fe por acceder a la fase decisiva por el título de la Copa Sudamericana. Tiene a favor una ventaja de dos goles, alcanzada en el juego de ida en Bogotá, y el aliento de su hinchada, que ya empezó a despertar y a entusiasmarse después de mantenerse renuente a ir al estadio Roberto Meléndez y escéptica con Julio Comesaña y sus dirigidos.

De superar hoy al Santa Fe y pasar a la finalísima del torneo continental, los Tiburones comenzarán a saldar por fin una vieja deuda que tenían con su afición: trascender las fronteras con éxitos deportivos. Esta efervescencia rojiblanca es el reflejo del trabajo serio y dedicado de Comesaña, del compromiso de sus pupilos y de la gestión de los directivos, que en medio de aciertos y errores le han dado continuidad a un proyecto y han hecho unas altas inversiones en el club.

Pero más allá de este instante emotivo y toda la expectativa que generarían dos finales a la vez, todo esto significa un impulso para muchos jóvenes barranquilleros y caribeños en general que ven en el fútbol la forma de catapultar sus sueños a lo más alto. El deporte suele ser la única vía para salvar a muchos de nuestros niños de caminos malsanos como la drogadicción y la delincuencia.

Ver que Unión Magdalena se sobrepone a 13 años de frustraciones y logra por fin el regreso a la primera división, ver que Junior insiste y se acerca de nuevo a la esquiva octava estrella y al mismo tiempo se envalentona y brilla internacionalmente en representación de Colombia, es una motivación para las nuevas generaciones que sienten pasión por el balompié y que les puede llegar a servir como ruta de escape a una difícil situación económica y social.

De hecho, Junior está conformado por varios jóvenes de la Costa Caribe que hasta hace solo unos meses eran unos anónimos jugadores que en medio de sus complicaciones financieras y familiares solo en sus sueños disputaban finales con estadios llenos. El cesarense Willer Ditta, el samario Gabriel Fuentes y el guajiro Luis Díaz, entre otros, hoy viven despiertos todo eso que íntimamente imaginaron.

Seguramente la historia de ellos y de otros jugadores más experimentados, pero que también recorrieron duros caminos en sus inicios como el cartagenero Rafael Pérez y los barranquilleros Luis Narváez, James Sánchez y Teófilo Gutiérrez, sirvan de inspiración a esa enorme cantidad de chicos que gozan con los triunfos de Junior y que piensen en emularlos.