Hay que tomar medidas de fondo. Y con urgencia. De lo contrario se producirá una catástrofe medioambiental de consecuencias incalculables en el planeta.

La voz de alarma la acaba de dar el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que ha hecho un diagnóstico sobre la salud ecológica de la Tierra con base en la información científica hasta ahora disponible.

En un informe de 740 páginas titulado ‘Perspectivas del medio ambiente mundial’, el Pnuma hace un repaso pormenorizado de las mayores amenazas para nuestro planeta, y cita desde el inquietante cambio climático hasta la contaminación del aire, pasando por la calamitosa reducción de la biodiversidad, la invasión de los océanos con material plástico o el agotamiento de las fuentes de agua dulce.

El informe señala que, salvo contadas excepciones, los países no están cumpliendo los compromisos establecidos en los distintos acuerdos ambientales. Y que aún predominan modelos insostenibles de desarrollo que no invitan al optimismo en este terreno.

Si no se produce un cambio radical de actitud, advierten los expertos, la situación se agravará irremediablemente hasta que no exista una marcha atrás. A ello hay que sumar que, si se mantienen los pronósticos en materia demográfica, la población del mundo, que asciende hoy a la nada desdeñable cifra de 7.500 millones de habitantes, alcanzará los 10.000 millones a mitad de siglo. Ello no significa otra cosa que habrá muchas más bocas que alimentar, en unas circunstancias notablemente más adversas.

No faltarán quienes califiquen de exagerados los llamados perentorios del Pnuma. O quienes opinen que, si bien pueden existir motivos de preocupación, las medidas que se están tomando son suficientes para acometer el desafío que se plantea. Incluso habrá quienes lisa y llanamente nieguen que exista problema alguno, y digan que todo el alboroto lo generan unos grupúsculos cuyo objetivo es destruir un sistema con el que no comulgan.

Pero no hay que ser un lince para ver que el problema, sea cual fuere su magnitud exacta, está ahí, ante nuestras narices. Y que, entre la urgencia y la lentitud para abordarlo, más aconsejable es la primera.

Y en esa tarea cualquier contribución es importante. No solo la que puedan hacer los gobiernos mediante la adopción de políticas públicas, o los empresarios mediante el desarrollo de modelos productivos más generosos con el entorno ambiental, sino la que hagamos los ciudadanos de a pie.

Todos debemos aportar nuestro grano de arena para conjurar la catástrofe anunciada.