Salvar la vida de los adultos mayores en Barranquilla es una tarea que no da espera. Las personas con más de 60 años –el 17% de los casos positivos confirmados en la ciudad, 2.140 de un total de 12.360 infectados – no sólo enferman, sino que buena parte fallece, entre otras razones porque no consultan de manera oportuna y acuden a los servicios médicos muy tarde cuando su condición ya es irreversible.

Datos oficiales, con corte al 29 de junio, indican que el 75% de las muertes por COVID-19 en la capital del Atlántico, 479, corresponden a mujeres y hombres con 60 años y más. Un porcentaje que se eleva al 87% si se incluye a las personas mayores de 50 años. 563 han fallecido desde que se inició la pandemia, que está en su etapa más crítica en esta región del país.
Estas muertes se concentran principalmente en las localidades Suroriente y Metropolitana, donde la tasa de contagio por coronavirus supera el 40%. En estos amplios sectores de la ciudad, a través de un cruce de información entre entidades del Distrito y empresas prestadoras de salud, se han identificado 116 mil mayores de 60 años con enfermedades preexistentes como diabetes, hipertensión o enfermedad renal, a los que se les está intentando ubicar, vía telefónica o buscando en el terreno, para brindarles acompañamiento permanente con el objetivo de saber cómo se encuentran, si tienen síntomas para acudir a diagnosticarlos a tiempo y ofrecerles los servicios requeridos, dependiendo de su condición de salud, sintomáticos o no.

Estos análisis son concluyentes para definir acciones puntuales y marcar los derroteros a seguir, entre ellos la ruta de atención con las EPS en casa, en un hogar de paso como el hospital de campaña Puerta de Oro, o si deben ser hospitalizados. Este proceso es clave para establecer la entrega de auxilios alimentarios o medicinas que esta población vulnerable demande durante su período de aislamiento.
Una estrategia preventiva y de protección en la dirección correcta que apunta a reducir la mortalidad entre los adultos mayores y a descongestionar la ocupación de las unidades de cuidados intensivos y las camas de hospitalización intermedia.

Las 13 EPS de la ciudad juegan un papel crucial en esta iniciativa, que lidera el Distrito, y el reto que tienen por delante es enorme. Cada vez están más cuestionadas porque pasan los días y siguen sin ser capaces de mejorar su respuesta a la hora de tomar pruebas y entregar resultados, entre otros servicios, que los ciudadanos denuncian no están prestando de forma debida y oportuna.

Su comprobada incompetencia, salvo en contadas excepciones, exige de la Secretaría de Salud de Barranquilla un llamado al orden ante la afectación que han causado a tantas personas, muchas de las cuales ya han renunciado a contar con una muestra o un diagnostico a tiempo, poniendo en riesgo su salud. No se puede seguir tolerando este tipo de dilaciones cuando se trata de garantizar el bienestar de los ciudadanos en medio de una crisis de esta magnitud que, por cierto, no se va a resolver con más respiradores para las UCI del departamento, como muchos erróneamente creen.
Los ventiladores, que hoy se han convertido en la nueva disputa de poder político en el país, no son garantía de éxito para hacerle frente a los devastadores efectos de la pandemia.

Barranquilla, que comenzó esta crisis con 411 UCI, una capacidad nada despreciable, logró adquirir con recursos propios 110 de estos aparatos actuando con rapidez en medio de la feroz disputa que se libra en el mercado internacional de insumos médicos que tiene como telón de fondo esta emergencia sanitaria sin precedentes. Otros 84 fueron enviados por el Gobierno nacional en vista de la coyuntura que atraviesa la ciudad, y el departamento, que tenía un total de 86 camas UCI, recibió cerca de 100. Súmele además las donaciones de la empresa privada y el esfuerzo de centros asistenciales. Conclusión: el Atlántico está expandiendo, como le corresponde a las entidades territoriales, su red privada y pública de UCI que, eso sí, no dará un brinco en el momento más crítico de la pandemia si no se refuerzan las acciones preventivas, a cargo de las autoridades de salud y las EPS, para frenar el crecimiento exponencial de los contagios y atender a la población con mayor riesgo de letalidad.

Esta estrategia para salvaguardar a los adultos mayores en Barranquilla no puede dejar a nadie por fuera. Las mujeres, protectoras y cuidadoras de su hogar deben ser los estandartes de esta campaña para ayudar a detectar si sus seres queridos tienen síntomas o su salud se deteriora. Basta de señalar a quienes están enfermos o requieren atención médica. Estigmatizarlos afecta la búsqueda de atención oportuna y atenta contra sus vidas. Tener COVID-19 no es un delito. Los mayores deben saberlo porque ubicarlos a tiempo puede marcar la diferencia para que tengan una oportunidad de curarse.