La criminalidad en Soledad está fuera de control. En menos de 72 horas, entre la tarde del lunes 22 y la del miércoles 24, siete personas fueron asesinadas en incursiones sicariales registradas en diferentes barrios, pero bajo el mismo modus operandi delincuencial: hombres armados que se desplazan en motocicletas ubican a sus víctimas y les disparan en la calle, a cualquier hora del día o de la noche y sin importar con quien se encuentren. En los ataques que dejan al menos 19 muertos en lo corrido del mes de febrero en este municipio del área metropolitana de Barranquilla también se reportan varios heridos.

La sevicia de los asesinos en algunos casos es tan descomunal que a una de las víctimas le propinaron 12 balazos en plena vía pública. La mayoría son hombres jóvenes que acumulan anotaciones judiciales por distintos delitos, según confirman las autoridades que encuentran patrones comunes en estos homicidios atribuidos a “ajuste de cuentas entre delincuentes”. Hechos lamentables que, al margen de la conducta criminal de los fallecidos, nos deben sacudir por lo que están afrontando los habitantes de Soledad a quienes urge proteger de esta ola de violencia.

El general Diego Rosero, comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, le dijo a EL HERALDO que “hay una lucha interna entre una subestructura de ‘Los Costeños’ y otra identificada como la de ‘Víctor Carlos’ que están peleando por el mercado del tráfico local de estupefacientes”. Pugnas agudizadas tras la salida de circulación de otros delincuentes a quienes les desmontaron sus expendios de droga, lo que ha generado una disputa a sangre y fuego por el control del negocio ilícito entre los que quedan vigentes en el municipio.

El reacomodamiento de estas pequeñas, pero extremadamente peligrosas estructuras dedicadas al microtráfico está resultando una amenaza real que expone a los residentes de los sectores de Soledad donde se libran estas ‘batallas’ a una tragedia colectiva inminente. Los posibles escenarios de nuevas confrontaciones y expresiones de violencia de estas bandas seguirán alterando la precaria convivencia social en Soledad si las autoridades no retoman el control de la situación lo antes posible. Sin embargo, la presencia de la fuerza pública, imprescindible ante la magnitud de la actual afectación de seguridad, no es lo único que se requiere para superar la compleja problemática del municipio impactado por una profunda crisis institucional que lleva años ‘cocinándose’ ante la mirada indolente de los gobiernos nacional, departamental y local.

La extrema vulnerabilidad social de Soledad la convierte en un territorio bajo amenaza de manera permanente. Este municipio, uno de los más poblados del país con más de 800 mil habitantes – a ojo de buen cubero–, tristemente hace gala de su nombre: es una tierra de nadie.

¿Por quién doblan las campanas en Soledad? Esta es una tierra que históricamente ha sido epicentro de reyertas políticas, conflictividad social y riesgos humanitarios en zonas densamente pobladas afectadas por la falta de servicios públicos y sanitarios en las que se han asentado miles de desplazados y migrantes que hoy malviven del rebusque afrontando exclusión, miseria e inseguridad alimentaria, entre muchas otras carencias socioeconómicas.

Es hora de volver la mirada a Soledad para arropar a su gente en medio de esta adversidad que pone a prueba a sus autoridades, llamadas a demostrar con un liderazgo honesto y comprometido que sí son capaces de superar esta afrenta de los violentos que amenaza con agravar la lacerante realidad de los habitantes más frágiles del municipio. Que la muerte en Soledad, dolorosamente tan cotidiana, no se nos vuelva paisaje.