La trágica muerte de José Elías Gutiérrez Ariza tiene a una familia rota de dolor clamando justicia y a la Policía, en el ojo del huracán por su actuación en tan lamentable episodio. Diez días después del siniestro vial de la calle 93 con carrera 46, en el norte de Barranquilla, nada se sabe aún del paradero de quién conducía la camioneta Toyota Prado TXL que embistió al automóvil Chevrolet Spark de color negro, en el que se movilizaba la víctima fatal y otros dos ocupantes. A los implicados, por acción u omisión, se les debería caer la cara de vergüenza por lo que se ha conocido desde el mismo momento del choque. Lo más detestable, el cúmulo de mentiras, contradicciones e incluso, manifiestas acciones de obstrucción por parte de sus responsables directos e indirectos, para que se conozca toda la verdad sobre lo sucedido y se haga elemental justicia. Hasta ahora prevalece un enrarecido clima de impunidad o complicidad que las autoridades al frente de la investigación no deberían permitir. Depende de ellas rectificar.

Cada nueva revelación de EL HERALDO confirma la sucesión de conductas moralmente despreciables alrededor de un caso que va dejando, además, un tufillo de abuso…de poder. La primera de ellas, el abandono de la víctima mortal en el lugar del siniestro vial por el conductor de la camioneta, identificado como Carlos Daniel Gaviria Barragán, según el reporte inicial entregado por la Policía, de manera pública. Esta persona, añadió el informe oficial, se dio a la huida tras el brutal choque. Conducta que la madre de Gutiérrez Ariza calificó de “inhumana”, con toda lógica, no solo de progenitora, sino de sentido común. Desde entonces, el valor, ánimo y coraje de esta familia para reclamar verdad, al igual que justicia, han sido definitivos en el tortuoso camino de resquebrajar la impunidad que demasiados intentan levantar en torno a la muerte de su ser amado.

Armar el rompecabezas de este caso no hubiera sido posible sin las insistentes denuncias de la familia de la víctima. Buena parte del material probatorio recaudado e incorporado al proceso judicial ha sido aportado por testigos de la titánica lucha que están dando los Gutiérrez Ariza. Lo cual habla terriblemente mal de nuestras instituciones, no sé porque no debería extrañarnos, y a la postre, del Estado de derecho que nos rige. Hasta el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, ha terciado en esta controversia, señalando que “La familia de José Elías tiene razón: el conductor debe responder ante la justicia ya. A esta persona solo le quedan dos opciones: entregarse o ser capturado por la Policía”. Ciertamente. Queda la sensación de que a la justicia se le está haciendo tarde, otra vez, para actuar frente a una bola de nieve de indignidad que no ha dejado de crecer, lo que alimenta su descrédito.

¿Quién dice la verdad o mejor, quién miente? Con espacios en blanco o datos imprecisos, el informe pericial, documento elaborado por la Policía esa madrugada y revelado en primicia por EL HERALDO, despierta más dudas que certezas. Por un lado, no se consigna la identidad de quien manejaba, pese a que la misma institución y testigos presenciales señalaron en su momento que lo hacía Gaviria Barragán, quien fue registrado como pasajero. Sin esa información crucial para la investigación, se alimenta la versión de un supuesto conductor contratado, del quien nadie sabe nada, excepto los dos uniformados que atendieron el hecho. Por otro, se habla solo de tres “acompañantes”, como total de víctimas lesionadas. Si en el carro del joven fallecido viajaba una pareja, y en el de Gaviria Barragán, estaba él, ¿qué pasó con la joven que rescataron del vehículo? Su testimonio resulta determinante. O, como el informe no la reporta, ¿van a desconocer su existencia? Más desfachatez, imposible. Intentan, en vano, tapar el sol con un dedo.

Igual estaría bien que la Policía explicara, como hemos denunciado, por qué uno de los uniformados que conoció el caso ha buscado acercar a la familia de Gaviria Barragán con la del joven muerto. Sospechoso e inusual, por decir lo menos. Para muchos, lo cómodo es callar, antes que entrar en un conflicto. Este no es el caso. Con entereza, los Gutiérrez Ariza han levantado la voz ante la injusticia, ¡bravo por ellos! Merecen ser respaldados. Las piezas del rompecabezas van encajando, ahora que el Estado no se haga el de la vista gorda ni mire para otro lado. Demasiados tienen que empezar a dar explicaciones.