Cada tanto las encuestas y los informes que publican los distintos centros de pensamiento del país y de la propia Barranquilla reflejan en sus cifras el impulso que la ciudad ha logrado consolidar en los últimos años, producto de lo que se ha denominado en el ámbito político construir sobre lo construido.

Y es probablemente allí, aunque sea motivo de cuestionamientos en algunos sectores, donde probablemente ha radicado el éxito en la implementación de políticas públicas que le han permitido a la capital del Atlántico avanzar en indicadores claves como la reducción de la pobreza extrema.

Así se desprende del más reciente informe de Barranquilla cómo Vamos, presentado esta semana, y que vuelve a recoger el registro y análisis de 200 indicadores que muestran cómo va la calidad de vida de los barranquilleros, puntualmente en el período comprendido entre 2018 y 2023.

La organización retomó este ejercicio consignando los resultados en 17 capítulos que hablan de pobreza, desigualdad y condiciones de vida, educación, salud, cultura, vivienda y servicios públicos, entre otros.

En relación con la pobreza extrema – sostiene el informe– “tenemos cada vez menos pobres extremos”, lo que se refiere al concepto de hambre y eso significa que en ese aspecto “hay una superación” y la ciudad va en la senda correcta para avanzar.

También se destaca la disminución de embarazos a temprana edad entre 14 y 19 años, así como el aumento de cobertura en educación, disminución de la deserción y el mejoramiento de la infraestructura de colegios, orientada, con la política distrital de bilingüismo, al aprendizaje de otros idiomas.

La percepción entre los barranquilleros consultados por el centro de pensamiento es que durante los últimos años la ciudad ha crecido de manera satisfactoria, lo que ha mejorado el desarrollo económico, el turismo y la movilidad, entre otros aspectos que convierten a la capital atlanticense en un modelo a replicar.

Claro, como es apenas lógico, las oportunidades, el crecimiento, el desarrollo, trae consigo una serie de retos a los que esta ciudad no es ajena y son comunes a casi todas las capitales colombianas, como es la seguridad, que es el principal punto en la agenda de desafíos que enfrentan a diario las autoridades locales.

En el caso de Barranquilla la inseguridad, representada en homicidios y extorsiones, se ofrece como el gran reto en el que se la están jugando a fondo las autoridades civiles y de policía con todas las herramientas posibles para combatirla.

Pero también otro desafío mayúsculo, y ese sí tiene un alto componente de dependencia de las acciones del Gobierno nacional, es lo relacionado con el servicio y las tarifas de energía. Nada menos.

Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Los planes de desarrollo de Barranquilla se han llevado a buen puerto y han reconfirmado y consolidado su condición de capital del Caribe gracias a los resultados en materia de espacios públicos, vías, educación, modelo de salud y mejora de sus ingresos, todo en una gestión apalancada principalmente en los recursos propios generados por el Distrito que ha aumentado el recaudo de impuestos y consolidado esa confianza de los contribuyentes, que ven reflejados sus aportes en obras y estrategias visibles para ellos y que han mejorado su calidad de vida.

Valga el momento para decir que esa gestión de recursos propios y créditos de la banca internacional han sido la vía para poder financiar el desarrollo de Barranquilla, porque desde hace largo rato la ciudad ha sido bastante ignorada en materia de inversiones por parte de los gobiernos nacionales, y en este mandato la cosa sí que ha empeorado.

Justamente el modelo de endeudamiento usado por el Distrito es uno de los puntos sobre los que Barranquilla cómo Vamos llama la atención para revisar su sostenibilidad a mediano y largo plazo.

No obstante, no es un secreto, hay que insistir en ello, además de que el Gobierno nacional no nos da, sí nos quita bastante vía impuestos como la valorización o desechando los grandes proyectos que podrían haber dado impulsos mucho más grandes, como los benditos Panamericanos. ¡Ahí vamos!