Las palabras que pronunció ayer el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, sobre los últimos acontecimientos de violencia en la capital del país no pueden ser más inquietantes.

Afirmó el alcalde que en este momento hay en curso un “complot contra la democracia”, promovido por “politiqueros” cuyos nombres omitió, y pidió a los bogotanos “resistencia” ante los “días duros que vienen”.

En dicho complot inscribió la “campaña de terror” del viernes pasado, en la que circularon por redes mensajes e imágenes de supuestos saqueos en zonas residenciales de Bogotá y sus alrededores. Según la Alcaldía de la capital, un análisis del 10% de las 612 quejas recibidas reveló que en ninguno de los casos se había concretado un acto vandálico. La conclusión, apoyada en rastreos de celulares, es que se trató de una estrategia para generar pánico.

Peñalosa concluyó su intervención invitando a los bogotanos a la tranquilidad. Pero la verdad es que su descripción de la situación no puede ser más perturbadora.

En estos momentos tan difíciles, es de suma importancia que la ciudadanía reciba una información más detallada sobre la citada conspiración, porque solo con ese conocimiento podrá tener la certeza plena de no estar siendo utilizada por ningún bando en una guerra de propaganda. Máxime cuando, desde ciertos sectores de la izquierda, se señala al Estado de haber organizado la campaña de terror con el fin de justificar la militarización de la capital.

En esta estrategia está jugando un papel destacado el senador Gustavo Petro, quien, en un acto de enorme irresponsabilidad histórica –sobre todo por su condición de aspirante a la Presidencia–, exhortó, en medio del impresionante caos, a montar “asambleas” y organizar “guardias ciudadanas” en los barrios para mantener vivo el paro del día 21. Una actitud que el presidente de la central sindical CGT, una de las convocantes del paro, calificó sin rodeos de “incendiaria”.

El mejor modo que tiene el Gobierno de probar que no estamos ante una ‘doctrina del shock’ –término acuñado por Naomi Klein para describir el uso del pánico como estrategia para atemorizar a la sociedad e imponer agendas políticas y económicas– es el diálogo social con los ciudadanos que creen sinceramente en la democracia.

El presidente Duque, al menos en sus discursos, parece haberlo entendido así, al reconocer como una expresión de la sociedad las marchas del jueves y convocar un gran diálogo nacional. El enrarecimiento del clima social y político no debería apartarlo de ese objetivo. Todo lo contrario: Colombia necesita hoy, más que nunca, serenidad y sensatez. Lo cual no riñe, por supuesto, con aplicar todo el peso de la ley a quienes atentan contra el Estado.