En medio de 33 días grises que ha vivido Colombia por cuenta del paro nacional, con una juventud vigorosa que reclama ser escuchada, al otro lado del océano y sobre una bicicleta, un joven de 24 años le regaló un día rosa al país por cuenta de hacer historia y ganar el Giro de Italia, la segunda grande ciclística que conquista para su corto, pero fructífero palmarés.

En la figura del zipaquireño Egan Bernal se conjugan muchas lecciones de vida, como también muchas lecciones deja el actuar de su gregario de oro, su compatriota Daniel Felipe Martínez.

Después de encumbrarse con solo 22 años en lo más alto del podio del Tour de Francia en 2019, lo que vino en medio de la pandemia fueron momentos de crisis debido a una lesión en su espalda.

Fueron meses duros que le impidieron desplegar sus condiciones y volver a ser protagonista. Se tuvo que sobreponer a los dolores, trabajar fuertemente para superar los obstáculos y afrontar la andanada de críticas que lo castigaban por no ser capaz de volver a ser campeón de forma inmediata.

En carrera larga hay desquite y lo que tiene Egan es aún un camino largo por recorrer. Con autoridad corrió las primeras dos semanas del Giro y acumuló una ventaja de tiempo importante que le permitió con esas reservas administrar el liderato, puesto a prueba por sus rivales que vieron en él muestras de debilidad y atacaron. Pero no pensaba ceder la Maglia Rosa y con inteligencia, rodeado de un extraordinario equipo, encabezado por el incondicional Martínez, cosechó el triunfo.

En los momentos más difíciles y cuando el cuerpo parecía no responder, Daniel alentó a Egan en una imagen que quedó grabada para la historia; el equipo Ineos lo ayudó a tomar las mejores decisiones con un trabajo armónico, articulado y sincronizado para responderle al líder, al capo.

Cuántas lecciones deja el ciclismo y particularmente este triunfo obtenido por Bernal. Cuántas lecciones deja la actuación de Martínez. Cuántas lecciones deja la actuación del Ineos.

Esto es una muestra de cómo en equipo, con unión, con diálogo, con trabajo, puede conseguir un objetivo, aún a pesar de las más fuertes adversidades y en los terrenos más hostiles. Martínez resignó su propio ego y con solidaridad, conviccción y decisión impulsó a su líder para pasar la página y escribir una nueva historia de gloria junto a Bernal.

A partir de estas lecciones de grandeza, es válido preguntarse: ¿Qué clase de líderes y qué clase de gregarios, de ambas partes, tiene nuestra nación para tomar decisiones, actuar y salir de una vez por todas del lamentable y trágico atolladero en el que estamos?