La pandemia vuelve a estar fuera de control en Barranquilla. Desde el viernes 19 de marzo

–cuando la curva epidémica comenzó a crecer– y el lunes 29 de marzo, según los reportes del Ministerio de Salud, la ciudad registró 12.105 nuevos casos y 167 fallecidos, y no se advierte la más mínima señal que anticipe, por ahora, un respiro en la desenfrenada carrera que ha adquirido la transmisión del virus. La declaratoria de alerta naranja confirma el momento crítico que atraviesa la red pública y privada del sector salud de la capital del Atlántico y su área metropolitana donde los centros asistenciales se están quedando, uno tras otro, sin capacidad de atención debido a la avalancha de personas con patologías respiratorias que demandan servicios médicos.

Uno de los que tiró la toalla desde hace varios días, el Hospital Universidad del Norte, colgó un cartel en la puerta para informar a los ciudadanos que no contaba con equipos, insumos y sobre todo, personal disponible para dar respuesta a las necesidades de los pacientes. “La gente debe entender que la situación se complicó casi al mismo nivel de julio del año pasado, cuando se vivió el primer pico de la pandemia”, reconoció a EL HERALDO el doctor Diego Castresana-Díaz, director Ejecutivo de esta entidad. ¿Pero realmente lo hacemos, estamos entendiendo la gravedad de la actual coyuntura o insistimos en hacer lo que nos dé la gana, a pesar de las medidas adoptadas por las autoridades en Barranquilla y el Atlántico? Nos rajamos otra vez, y de qué manera.

Quienes aún siguen pensando que no hay razones para alarmarse y alistan su ‘Parranda Santa’ para los próximos días, vale la pena que se enteren que en solo una semana la ocupación de camas uci pasó del 62,6% al 86,2%, incluyendo atenciones covid y no covid. ¡Una semana! Si estos ciudadanos o sus seres queridos requieren del soporte vital de una uci para superar un cuadro grave de la enfermedad, es probable que no lo encuentren tan fácilmente. Es la realidad descarnada de esta crisis que a manera de déjà vu reedita Barranquilla. También el Atlántico, donde se decretó alerta roja hospitalaria la semana pasada y ordenó cierre de playas para evitar aglomeraciones.

Escasean las uci, pero también los medicamentos para mantener sedados a los pacientes intubados, mientras el personal de salud aún exhausto por su esfuerzo sobrehumano durante la primera ola del virus en el departamento vuelve a estar bajo una presión descomunal. Al menos cuatro galenos han perdido su batalla personal contra el virus, en los últimos días. No faltarán los insensatos que en vez de reconocer su irresponsable comportamiento al resultar contagiados en fiestas clandestinas o eventos sociales masivos, y transmitirles el virus a padres o abuelos, decidan arremeter contra los profesionales sanitarios de turno al ser notificados de la condición delicada de su pariente. Otra pesadilla que ya se vivió en el peor escenario de la pandemia hace más de 8 meses.

Es hora de reaccionar y dejar de achacar faltas propias a la fatiga pandémica o las restricciones que a todos nos han mortificado la vida. Basta de irresponsabilidades, ¿o a quién vamos a culpar de nuestros excesos? La ciudad empezó una reactivación económica y social a finales de julio del año pasado con la reapertura del comercio, y solo hasta ahora tenemos una embestida del virus de esta magnitud. ¿Por qué llegamos hasta aquí? Hay que revisar el comportamiento individual y colectivo porque está claro que a partir de la época de carnaval, los ciudadanos ‘decretaron’ que el virus había llegado a su fin y que el tiempo del autocuidado era cosa del pasado. Gravísimo error que se complicó aún mucho más con la falsa sensación de seguridad que llevó a que vacunados y sus círculos familiares y sociales se relajaran por completo. Lo atestiguan los mismos médicos que atienden hoy a pacientes covid que ya recibieron una primera dosis. El virus no perdona y este cúmulo de equivocaciones les ha costado la vida a 109 personas, en Barranquilla y los municipios, de acuerdo con los reportes conocidos en las últimas 72 horas.

Alcalde Jaime Pumarejo, gobernadora Elsa Noguera, esto es serio. Hay que acelerar la vacunación masiva, decisión más acertada para aumentar la protección de los ciudadanos expuestos a la nueva embestida del virus en el departamento. Una herramienta que está a nuestro alcance y es efectiva. Sin embargo, también se deben reforzar las medidas para restringir la interacción social y la movilidad ciudadana. Si no se logra frenar cuanto antes la expansión del virus, el precio a pagar será muy elevado en vidas, nuevos casos y afectación de la economía. Actuar sin dilaciones ni titubeos.