La detección de una nueva variante de la covid-19 proveniente del sur de África, esta vez clasificada de preocupación, no solo ha logrado estremecer los grandes mercados del mundo, reinsertar medidas de bioseguridad que ya habían sido menguadas y aislar a comunidades cuya etapa de cuarentena se daba por superada, sino que también ha removido las fibras más sensibles de una humanidad que no puede ni debe olvidar lo que significó el principio de esta pandemia y todas las vidas que ha cobrado en su devastador paso por los países.

Con el cierre de fronteras Alemania, Bélgica, España, Reino Unido, Países Bajos, Italia e Israel, entre otras naciones como Colombia que han implementado periodos de aislamiento, se ha reaccionado en un tiempo menor a las 72 horas para lograr la contención de la propagación de la cepa B.1.1.529, denominada ómicron –por la OMS– en sus territorios. Una medida cuyas consecuencias son también devastadoras para las comunidades, pero que termina convirtiéndose en el paso a seguir, dada la renuencia de varios millones de ciudadanos a la aplicación de siquiera la primera dosis del inmunológico contra el sars cov 2, la única garantía que tenemos, por el momento, de disminuir la probabilidad de fallecer por cuenta del letal virus.

Empero, lo que más debe preocupar no son las medidas que están apresurando aquellos que han sorteado la pandemia y de alguna manera han podido llevar sus cifras de muertes y contagios a números más bajos, sino las acciones que estos mismos están tomando para apoyar a África –tercer continente más extenso del mundo– , que no solo ha sido uno de los territorios a los que más tarde llegaron los embates de la covid-19, sino que además es uno de los que menor capacidad de respuesta tiene para enfrentarla, y por ende y mucho menos, ante una variante ómicron más contagiosa. Se requiere aunar esfuerzos.

Y no se trata exclusivamente de que el virus pueda arrasar con la población sudafricana, sino de lo que un nuevo aislamiento, el congelamiento de mercados, la disminución de ingresos, la detención de actividades educativas y otros cierres puedan desencadenar en el más que sufrido cielo de la “cuna de la humanidad” y el efecto dominó que ello pueda tener en Europa, Asía, Oceanía y luego América.

Todo lo anterior sin contar que solo el 27 % de los trabajadores de la salud del continente africano se encuentran completamente inmunizados contra la covid-19, lo que deja en una impresionante desprotección al otro 73 %, según informó esta semana Matshidiso Moeti, directora de la Organización Mundial de la Salud para ese continente.

La funcionaria también advirtió que desde marzo del año pasado, ha habido más de 150.400 infecciones por covid-19 en trabajadores de la salud, lo que representa el 2,5 % de todos los casos confirmados, cuyos registros están concentrados en cinco países: Kenia, Ghana, Zimbabue, Argelia y Sudáfrica, este último de donde se presume que proviene la nueva variante.

El apoyo también se requiere en el frente de vacunación, pues África ha adquirido 403 millones de vacunas, de las que 222 millones han sido suministradas, según las últimas cifras de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de la Unión Africana (África CDC). Sin embargo, no sobra recordar que el último censo del territorio estima en más de 1.300 millones los habitantes, por lo que, aproximadamente, solo el 6,6 % de su población ha recibido la vacuna, según informó también en rueda de prensa John Nkengasong, director de los CDC.

De igual forma, África ha perdido a más de 222 mil personas en esta lucha conjunta de la humanidad y que debería involucrar también a los africanos, en un continente que ha registrado alrededor de 8,6 millones de casos, también al margen de las cifras de los CDC.

Por todo lo anterior, no es momento de bajar la guardia y relajarse como humanidad, sino que, por el contrario, es tiempo de hacer memoria, observar detenidamente lo que sucede a nuestro alrededor y tomar las medidas necesarias para evitar consecuencias tan catastróficas desde aquí hasta la ya no tan lejana África. Y sí, por supuesto que la inmunización es la respuesta. Insistir en que cumplamos con los esquemas de vacunación es lo mínimo que podemos hacer por nosotros mismos y por las personas que tenemos a nuestro alrededor, para traducirles ese amor que les profesamos en hechos palpables, como el cuidado de su existencia.