Arranca hoy oficialmente la vuelta a clases presenciales en los colegios públicos de los municipios del Atlántico, tras más de un año de cierre por la covid-19. Es una buena noticia para el desarrollo académico, pero sobre todo para el desenvolvimiento socioemocional de niños y jóvenes del departamento que 85 instituciones educativas, en las que se forman 110 mil alumnos, empiecen a retomar actividades de forma gradual recibiendo en sus instalaciones a los primeros grupos de escolares bajo esquemas híbridos o de alternancia, priorizando el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad establecidos por los ministerios de Salud y Educación.

El retorno, además de progresivo y seguro, debe ser consensuado con la comunidad educativa, en particular con los padres de familia que mantienen dudas, totalmente válidas, acerca de la conveniencia o no de enviar a sus hijos a escuelas donde no existían, al menos antes de la irrupción de la pandemia, condiciones sanitarias adecuadas. Estas inquietudes e incluso reticencias, especialmente de habitantes de las zonas rurales más distantes, merecen ser atendidas de manera particular por las autoridades departamentales comprometidas, como están, en adecuar espacios educativos apropiados para el regreso a las aulas. Construir confianza, como ha ocurrido con otros sectores protagonistas de la reactivación plena, es fundamental para avanzar en la apertura de las escuelas con el claro propósito de evitar más pérdidas de aprendizajes entre los estudiantes.

Cada colegio, previa concertación entre la Secretaría de Educación departamental y los directivos docentes, está definiendo los términos para el retorno de sus clases presenciales, de acuerdo con su propia realidad. El avance de las obras de infraestructura sanitaria, en las que se invierten más de $26 mil millones por la Gobernación del Atlántico para adecuar las instalaciones de las sedes que no cuentan con agua potable ni saneamiento básico, determinará en buena medida la celeridad de este proceso. La entrega de elementos de protección, la ventilación de los salones y su capacidad de aforo para asegurar distanciamiento físico son otros aspectos esenciales de este regreso, en el que trabajan de la mano las secretarias de Educación, Catalina Ucrós, y de Salud, Alma Solano.

Atlántico ha vacunado al 80 % de sus docentes. Seguir acompañándolos es importante para solventar sus propias preocupaciones frente a una vuelta en la que ellos son pieza clave. Como ha sucedido en otras partes del mundo, donde millones de niños retornaron a clases sin haber sido vacunados, los integrantes de la comunidad educativa, incluidos los padres, deben asumir con responsabilidad las medidas de autocuidado para hacer de los recintos escolares entornos seguros. Esta es una tarea compartida que no puede estar a cargo solo de unos cuantos. Conviene saber que los casos serán inevitables porque el virus sigue presente –la vacunación no lo desaparece como por arte de magia– pero el cumplimiento de normas sí reduce el riesgo de contagio. Una vez se produzca el retorno, se irán afinando los procedimientos para detectar oportunamente las infecciones y controlar la aparición de brotes masivos. El cierre de las escuelas debe ser el último recurso.

Los niños tienen derecho a volver a las clases presenciales, insustituibles para su bienestar. Es posible recuperar el aprendizaje sin poner en peligro la salud, siempre y cuando se tomen medidas básicas de seguridad, como el uso permanente del tapaboca. Hoy las actividades productivas funcionan con relativa normalidad y hasta discotecas y billares están abiertos desde hace semanas. La crisis de salud mental y de habilidades sociales debido al cierre de las escuelas podría ser una pandemia peor que la covid, así que no aislemos por más tiempo a una generación que ha pagado un precio muy alto por el cierre del único lugar donde merece estar.