La eliminación del Junior de la Liga Águila ha sido uno de los golpes más duros de la historia para su afición, que se había ilusionado con la octava estrella y, en menos de una semana, vio a su equipo amado perder la oportunidad de llegar a la final de la Copa Sudaméricana y resignar sus aspiraciones de conquistar el título colombiano, todo en su patio, el estadio Metropolitano, y ante su hinchada.

No va a ser fácil reponerse de este triste final de temporada, como tituló EL HERALDO en su edición de ayer, máxime cuando el equipo había despertado una nueva ‘juniormanía’ luego de varios años de desaciertos administrativos que llevaron a los aficionados a alejarse del estadio.

Nada hay que reclamarles a los directivos en esta ocasión, que realizaron una inversión cuantiosa en compra de jugadores, unos 10 millones de dólares según el máximo accionista, Fuad Char Abdala, para darles a los hinchas lo que pedían a gritos: un equipo capaz de ganar la Liga, destacarse en los torneos internacionales y brindar espectáculo en su cancha y fuera de ella.

Las contrataciones de Teófilo Gutiérrez y Yimmi Chará pusieron a soñar a los millones de seguidores del Junior por todo el país, lo que se vio reflejado en la asistencia multitudinaria a las presentaciones de ambos jugadores. La llave ‘Chateo’ dio resultados inmediatos no solo a la divisa ‘tiburona’ sino a la Selección Colombia, que recuperó a dos elementos que habían desaparecido de las listas habituales de convocados.

A Chará y Teo se sumaron los nombres de jóvenes valores como Víctor Cantillo, Rafael Pérez, Jorge Arias y Jefferson Gómez, en busca de renovar la nómina y sentar las bases de los próximos años.

Pero las ilusiones de aficionados, directivos, cuerpo técnico y jugadores se desvanecieron el domingo, cuando Cristian Martínez Borja convirtió el cobro desde los doce pasos que venció al arquero Viera y le dio la clasificación al América a las semifinales del fútbol colombiano.

Los directivos tienen ahora la responsabilidad de tomar decisiones. Ese es su trabajo. Son ellos los encargados de decidir con cabeza fría la continuidad o la salida del profesor Comesaña y de algunos jugadores que no dieron todo lo que se esperaba de ellos. Lo que no debe perderse es la convicción de hacer un Junior más grande cada temporada. No hay que olvidar que el equipo se encuentra clasificado a Copa Libertadores y la afición ya le ‘cogió el gusto’ a los torneos internacionales.

La senda de las grandes inversiones es la única que terminará por consolidar un equipo que le brinde alegrías a la ciudad. Cambiar el rumbo por una eliminación, con todo y lo dolorosa que ha sido, sería otra pena máxima.