En un encuentro auspiciado por la Universidad del Atlántico, docentes, estudiantes y egresados de las facultades de Arquitectura de Barranquilla mantuvieron ayer un singular encuentro en el que decidieron crear un grupo de acción para la defensa del paisaje urbano.

La reunión vino precedida de un informe del arquitecto Orlando Manjarrés, en el que se identifican cinco elementos que dañan visualmente la ciudad: telarañas de cables en los postes, vallas publicitarias en andenes, antenas, cabinas telefónicas sin uso y tableros de contadores en espacios públicos.

Más allá de que en discusiones futuras puedan aflorar focos adicionales de perturbación paisajística, lo importante en este momento es que se haya puesto en marcha la iniciativa. Siempre hemos considerado que la participación activa de la sociedad, y muy en especial de la academia, es necesaria para la buena marcha de las ciudades, sobre todo de aquellas que se encuentran en pleno desarrollo de su identidad urbana, como es el caso de Barranquilla.

A juzgar por las declaraciones escuchadas en el encuentro, el proyecto de las Facultades de Arquitectura nace con la voluntad de colaborar con las sucesivas administraciones distritales en la identificación de situaciones que afecten la proyección visual de la ciudad, de modo que la autoridades puedan tomar las decisiones pertinentes. Ojalá que así sea, pues ciertamente el paisaje urbano presenta hoy señales de deterioro en distintos sectores. Y por más que el Distrito esté elaborando normativas o tomando medidas, según aseguró el secretario de Control Urbano, Henry Cáceres, nunca está de más que estudiantes y académicos expresen sus opiniones y sus propuestas.

Pero, más allá del objetivo concreto para el cual se creó este grupo universitario, lo deseable es que cunda su ejemplo, de modo que la sociedad se implique de manera cada vez más activa en la reflexión y el debate sobre los grandes temas de interés general.

El destino de las ciudades no depende solo de sus dirigentes administrativos y políticos. Aunque estos sean, por delegación de la ciudadanía, los responsables máximos del diseño y aprobación de la políticas públicas, la sociedad puede, y debe, participar de diversas formas en la construcción del proyecto común.

Esperamos, por tanto, que la iniciativa de los arquitectos no se quede en la mera retórica y que el grupo conformado ayer adquiera protagonismo en los futuros debates urbanos. Y, sobre todo, que su paso sea emulado por profesionales de otras disciplinas. Nunca sobran mentes cuando se trata de pensar en la ciudad.