Paradójicamente, durante la jornada en la que el mundo rendía homenaje a la memoria de las víctimas de siniestros viales, como ocurre cada tercer domingo del mes de noviembre, y se comprometía con acciones inmediatas para detener esta incesante pérdida de vidas, cinco integrantes de una misma familia, los Cujia Rodríguez –padre, madre y tres hijos- fallecían en una absurda tragedia en carreteras de La Guajira, entre San Juan del Cesar y Valledupar. No sería la única.

Horas después en la vía La Cordialidad, en Galapa, Atlántico, un motoclista murió y su parrillero quedó herido, luego de chocar violentamente contra un vehículo. En la mañana del lunes, en la carretera que del corregimiento de Arjona, en Astrea, conduce a Cuatro Vientos, en El Paso, Cesar, otras tres personas que se movilizaban en una moto, entre ellas una mujer, de 53 años, y su nieto, de 10 años, fallecieron tras ser impactadas por una camioneta que, según las primeras versiones, invadió su carril.

Episodios tan desafortunados como estos confirman la fiabilidad de las alarmantes estadísticas en torno a un actor vial bajo permanente amenaza: el 60 % de los más de 5 mil fallecidos en siniestros de este tipo, registrados este año en Colombia, son motociclistas. Su extrema vulnerabilidad y escasa percepción sobre los factores de riesgo en las vías juegan en su contra. Pese a que la evidencia demuestra que usar un casco de calidad reduce la probabilidad de muerte hasta en un 40 %, y de lesiones permanentes en un 70 %, buena parte de ellos se resiste a ponérselo y, en otros casos, quienes deciden hacerlo ni siquiera lo abrochan. Sin los adecuados elementos de protección, manejo de técnicas de conducción y, sobre todo, el cumplimiento de las normas de tránsito, los avances en la reducción de la siniestralidad seguirán siendo escasos o insuficientes. Cambiar hábitos y actitudes es imprescindible para salvar vidas en las vías.

Ninguna de estas muertes o lesiones es aceptable. Todos los incidentes viales, sean o no fatales, son totalmente prevenibles. Hasta que no se comprenda así, se seguirá abusando de una serie de determinantes centrados en el factor humano. Entre los más importantes, el exceso de velocidad. Garantizar su reducción mediante la puesta en marcha de medidas -sustentadas en políticas públicas- y sanciones efectivas si se incumplen, además de acciones de sensibilización para promover el autocuidado y la corresponsabilidad entre los actores viales, tiene que ser un imperativo de las autoridades de tránsito, a las que este gravísimo problema de salud pública no las puede seguir superando.

Contar con vehículos seguros, gestionar la velocidad con controles electrónicos y policiales, al igual que evitar el consumo de alcohol y drogas cuando se conduce, así como las distracciones, cada vez más frecuentes por el uso del celular, son asuntos claves en el ámbito de la prevención. Otro aspecto fundamental en el que se debe incidir es la infraestructura. Se necesitan vías diseñadas para que sus usuarios guarden las normas y reduzcan la velocidad de circulación, en especial en los centros urbanos.

La impotencia y frustración que soportan las víctimas de siniestros viales, o sus familiares, por la impunidad que rodea estos casos requiere una atención especial del sistema de justicia. Si no existe una investigación rigurosa en la que se identifiquen causas y establezcan responsabilidades, para ofrecer una justa respuesta jurídica que satisfaga los derechos de estas personas, difícilmente se obtendrán aprendizajes orientados a eliminar las reiterativas negligencias personales en las carreteras.

Las vías son parte del espacio público y una red que conecta a las personas. No pueden seguir siendo terreno minado para peatones, ciclistas y motociclistas, los más impactados. Es inaceptable que la lacra de los siniestros viales en el mundo, una pandemia no declarada que mata a 3 mil 700 personas al día -1,3 millones al año- y deja lesionadas a otras 50 millones durante este lapso, siga provocando tanto sufrimiento. Estos no son sucesos fortuitos. Todos cometemos errores, pero nadie debería morir por ellos. Actuemos con responsabilidad en las vías, siendo conscientes de las consecuencias de los peligros a los que nos enfrentamos.

Todos los incidentes viales, sean o no fatales, son totalmente prevenibles. Hasta que no se comprenda así, se seguirá abusando de una serie de determinantes centrados en el factor humano. Entre los más importantes, el exceso de velocidad.