Luego de que fracasasen las negociaciones con la facción demócrata del Congreso de Estados Unidos en lo referente a fondos por USD5 mil millones solicitados por la Casa Blanca para terminar la construcción del muro en la frontera con México, el presidente Trump, fiel a su estilo de realizar anuncios importantes desde su cuenta de Twitter, amenazó con cerrar definitivamente la frontera sur.

La insólita advertencia ya no sorprende a observadores y analistas, quienes concuerdan en que este tipo de berrinches presidenciales, a fuerza de ser repetidos con mucha frecuencia, han terminado por normalizarse, lo cual hace unos pocos años parecía imposible en un país que se ha caracterizado por la respetabilidad que genera la institución presidencial.

Por otra parte, los expertos asumen como imposible que Trump cumpla con esta nueva promesa, teniendo en cuenta las consecuencias que una medida de este tipo les traería a ambos países. Sin embargo, tal parece que, dado el temperamento impulsivo del presidente republicano, nada puede predecirse.

Las implicaciones de un cierre total e indefinido de la frontera con México serían innumerables, tanto en los aspectos comercial y financiero, como en lo social y lo cultural, todos ellos factores determinantes entre dos países que comparten un territorio limítrofe tan extenso. Es por ello que hasta los más pesimistas confían en la dinámica de contrapesos que prima en el sistema político de Estados Unidos, el cual está diseñado, en gran medida, para evitar actuaciones arbitrarias, irresponsables y excesivas del presidente, que es como sería asumido el eventual cumplimiento de la amenaza de Trump.

Por lo pronto, la negativa del Congreso y la irreflexiva respuesta del presidente ha conllevado el cierre parcial de la Administración, cuyo principal efecto es que desde el 22 de diciembre centenares de miles de empleados públicos quedaron sin paga, una situación que durará al menos hasta la primera semana de enero. Este es un ejemplo de que la tozudez de un presidente que se niega a discutir con sensatez los temas más sensibles puede producir una parálisis, así sea parcial, del funcionamiento del Estado.

De nuevo México. De nuevo el muro. De nuevo el presidente amenazante e impulsivo. De nuevo las minorías opositoras atajando los delirios del gobernante inexperto e irreflexivo. De nuevo el destino de millones de personas en manos de una polarización que se ha venido normalizando en la sociedad que parecía no conocer los efectos nocivos de tener un país dividido en dos mitades.

Este panorama desconcertante, peligroso e improbable lo ha logrado Donald Trump hace apenas un par de años, el presidente más errático y conflictivo de la historia del país más poderoso del mundo, quien aún no ha podido construir el muro que le obsesiona, pero que seguirá intentándolo, sin aparente cansancio, hasta el último día de su mandato.