Compartir:

Martin Caballero, apartó sus ojos del teléfono móvil, levantó el rostro y miró con desprecio al hombre que le apuntaba de cerca con un revólver calibre 38 largo.

Estaba distraído chateando por su nuevo celular Samsung Galaxy S5, cuando la moto silenciosa con los dos atracadores se le estacionó al frente. Caballero había llegado muy temprano al taller Auto Hernández, donde recién consiguió empleo como mensajero. Precisamente estaba haciendo tiempo.

Le escribió su esposa 'llegué bien. Estoy esperando la primera orden de trabajo', cuando lo sorprendieron los atracadores. Caballero, de 25 años de edad, estaba sentado en el bordillo, absorto en una conversación de texto con Lizbeth, cuando la muerte se le apareció sin previo aviso sobre una motocicleta.

El bandido, sin bajarse del vehículo, en el que iba como parrillero le gritó a Martín: 'No te pongas a inventar, entrega el hijueputa celular'. El atracador que manejaba la moto fortaleció la exigencia armada con una orden terrorífica: 'Pégaselo… pégaselo'.

El dramático episodio quedó grabado en una cámara de seguridad de la calle 56D con la carrera 3A del barrio Las Gaviotas. Martín estaba sentado frente al taller Auto Hernández, donde había conseguido un nuevo empleo.

Los delincuentes ya eran suficientemente conocidos por los vecinos de las Gaviotas. Un día antes, habían arrastrado a una joven universitaria a pocos metros de ahí, para quitarle su celular. 'Los vecinos los conocen, pero tienen miedo' dijo un Policía en su reporte a la prensa.

'Martín alto y musculoso agarró la mano armada del asesino. Era como una tenaza neumática. El bandido se desacomodó de la moto y cayó. El joven trabajador comenzó a golpear la mano que empuñaba el revolver contra el pavimento', contó un testigo a la Policía.

'La lucha era desigual. Caballero era un hombre de casi dos metros de estatura, musculoso y decidido', insistió una vecina a los uniformados.

Cuando se vio superado el delincuente comenzó a gritar. 'Martín estrelló el brazo contra el pavimento… una, dos, tres veces. El revólver rodó por el pavimento. El bandido gritaba como gato acorralado. Pero el cómplice que estaba sobre la moto se bajó, tomó el arma y le disparó por la espalda al valiente mensajero' recordó el vecino.

El mensajero se desplomó lentamente sobre el atracador. 'En ese momento los vecinos comenzaron a hacer bulla y a tirarles cosas a los asesinos. Ensangrentado el atracador que recibió nuevamente su arma comenzó a hacer disparos. Solo así pudieron huir… sin llevarse el celular', reveló otro vecino.

Eran las 8:51 a.m. del 21 de enero del 2017. Martín, quedó consciente y pidió que le avisaran a su esposa que estaba herido. 'Lo subieron a un taxi y lo trasladaron a una clínica cercana. Murió dos horas después', dice el informe oficial.

Martín era el menor de una familia de cuatro hermanos. Todos con talla de basquetbolistas, amante de los gimnasios, estudiosos y vinculados a la cultura de los picos. Leo, Rafael, Jayson y Martín, heredaron de su padre el amor por la familia y los buenos modales.

La noticia estalló como un polvorín en los medios de comunicación. Un día antes, otro joven había sido asesinado en el sur de la ciudad en iguales circunstancias. La ciudad parecía sitiada por la delincuencia. Los medios registraban con preocupación los asaltos continuos.

Una hora después del dramático crimen el teléfono personal del general Mariano Botero Coy, comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, sonó justo cuando preparaba con sus asistentes un pronunciamiento para la prensa.